Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]

Hacerse varón en liceos municipales – 207 El sistema escolar, a través de sus prácticas curriculares y de la convivencia escolar que desarrolla en la cotidianidad del liceo, enseña determinados valores sociales sobre relaciones sociales (Ortega, 2012). Independiente de que lo declare o no en sus planes educativos, su fuerza homosocializadora construye cuerpos masculinos poderosos que aprenden su lugar en la sociedad. El carácter colectivo del aprendizaje de género, aprender de y con otros, se desarrolla a través de una economía que fortalece la comunicación de los contenidos del proceso educati- vo a un bajo costo, en comparación con los alcances de su proceso de incidencia política. Las instituciones educativas son claves en este sentido, ya que uno de sus principales rasgos es ser transmisoras de la cultura de una sociedad determinada. Connell (en Villanueva, 2016) señala que las disposiciones materiales que desa- rrollan los establecimientos educacionales, junto con sus prácticas y discursos, siempre están delimitadas por estructuras donde hay relaciones de poder, divi- sión del trabajo, patrones de autoridad, sistemas de símbolos, entre otras. Todo proceso educativo construye unos determinados cuerpos dispuestos a reproducir los mandatos del patriarcado adultocéntrico. El poder masculino es omnipresente, totalizador y naturalizador, es decir, copa todos los intersticios de la vida social y pretende construir la idea que siempre ha sido así, situación que llevaría al fatalismo estructural desmovilizador, mermando las posibilidades de cambio social (Duarte, 2016). Este poder, complementa Duarte, ha construido la idea de poseer un cuerpo rudo, con aguante. Es un cuerpo al servicio del presti- gio de las relaciones cotidianas, a través de lo que Madrigal (2009) nombra como la prueba que conlleva la masculinidad, probar y probarse constantemente que se es varón de verdad. Lo anterior requiere de un cuerpo fuerte que comunique haber pasado la prueba, la cual, por cierto, siempre es temporal. La masculinidad es un ejercicio constante de autoafirmación identitaria: No sé por qué. Por conflictos, por minas, conflictos. Como alguien, si tuviera una polola así y otro se la quiere jotear así y el loco cacha y le echa la espantá y todo. Y la mayoría de las veces termina en combos. (Álvaro, primero medio) Madrid (2016) señala que la escuela opera a nivel institucional en el proceso de construcción de masculinidades, en lo que se ha venido denominando como agencia productora de masculinidades. Al respecto, reafirma la idea de que el sistema escolar no es neutral en la producción de relaciones de género, la regu- lación de la sexualidad ha sido un elemento central en este proceso, existiendo una promoción central, permanente y clara de la heterosexualidad como norma social. Esta norma, construida desde la masculinidad hegemónica, muestra que

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