Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]
204 – juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan. volumen 2 En clase de lenguaje, un grupo de varones conversan entre sí, uno le dice a otro “te estái pelando a las minas del B”. Los otros compañeros se ríen. Un integrante del grupo cuenta que le pidió el WhatsApp a la profesora de Historia, la cual le respondió “qué desubicado, Saavedra, vaya a sentarse”. El grupo lo aplaude y le dicen “buena, campeón, buena choro”. (Observación cuaderno de campo, clase de Lenguaje, primerio medio, agosto, 2016) El encuentro con otros varones es fundamental para la prueba constante de la masculinidad, la cual se puede hacer contra las mujeres, independiente de su generación. La autoridad de las profesoras como mundo adulto puede ser puesta en entredicho desde las masculinidades juveniles. Duarte (2005) establece que el liceo cultiva pedagogías ocultas de género, las cuales desarrollan creencias, acti- tudes y concepciones que llevan a ambos sexos a internalizar roles tradiciones del orden genérico. Lo implícito, según Duarte, sería el rasgo central de la enseñanza que se desarrolla en el liceo, proceso que establece una jerarquización entre es- tudiantes varones y mujeres en la cotidianidad de la sala de clases y en el proceso de enseñanza aprendizaje. Al respecto, Conell (1997) señala que, en el proceso de construcción de masculinidades, se requiere construir hegemonía a partir de la legitimación del patriarcado mediante la apelación a la autoridad masculina, la cual se potencia en el encuentro entre varones. Dicha autoridad es un recurso exitoso que sostiene esa posición de dominación, ya que cuenta con apoyo tácito de quienes participan en aquella relación social. Uno de los rasgos que la sostiene es la complicidad masculina, en la cual, según Conell, la mayoría de los varones gana en hegemonía, ya que se benefician del dividendo patriarcal, a través de la subordinación de las mujeres y de todo lo que se pueda feminizar: Esto se puede hacer al reconocer otra relación entre grupos de hombres, la re- lación de complicidad con el proyecto hegemónico. Las masculinidades cons- truidas en formas que permiten realizar el dividendo patriarcal, sin las tensiones o riesgos de ser la primera línea del patriarcado, son cómplices en este sentido. (Connell, 1997: 41) La masculinidad heteronormada hegemónica se construye en relación y oposición contra otro, a través de actos repetitivos que dan la ilusión de un gé- nero fijo (Renold, 2004). En este sentido, los encuentros y conversaciones entre varones jóvenes en el sistema escolar refuerzan la idea de que sus hombrías re- quieren ser recreadas a través de instancias de socialización juvenil que el liceo les otorga, instancias que posibilitan fortalecer la autoridad masculina, moldear
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