Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]
Hacerse varón en liceos municipales – 203 La socialización del liceo ha sido aprendida por todos los actores escolares. Los mensajes son claros al respecto. Los cuerpos juveniles son objeto de con- trol y vigilancia generacional, los mayores ocupan sus dividendos adultocéntri- cos (Duarte, 2016) para imponer sus términos y mostrar los caminos a seguir para aprender y gozar los beneficios de la promesa educativa, que en el mismo movimiento es generacional, ser un varón adulto en el futuro. Las identidades juveniles están subordinadas al saber y poder del mundo adulto, al poder de la mayoridad como condición de dominio. La relación entre las familias y el liceo funciona como un continuo del patriarcado adultocéntrico, fijando la norma he- terosexual como límite de lo posible en las cuestiones educativas (Flores, 2017). La homosocialización desde las masculinidades hegemónicas en el liceo ga- rantiza el orden adultocéntrico y patriarcal en la organización del sistema esco- lar, ya que sus prácticas refuerzan las posiciones sociales de dominación para los mundos juveniles en general y para los varones jóvenes en particular. Al fijarlos, construye una naturalización de este modo de trato entre los actores escolares, desmovilizando el conjunto de iniciativas que los ponen en tensión. Es decir, la homosocialización, como instancia de aprendizaje, colabora con aquellas prácti- cas educativas que hacen de estos una cuestión que ni siquiera es observado por quienes la reproducen, en lo que Bourdieu (2000) nombra como la utilización de los esquemas de pensamiento de los dominadores. La dominación puede ser entendida como sinónimo de gobierno en los términos que lo formula Urresti (2011), como una forma de imposición que ha adquirido grados de legitimación por quienes recrean las relaciones sociales que permite operar como algo diferente de la mera imposición: Esa investidura de legitimidad, puede ser construida, negociada o inducida por parte del polo dominante, así como puede ser aceptada, negociada o incluso impulsada por parte del polo dominado, que, repetimos, no es el sector oprimi- do y en una mejor interpretación es el polo gobernado, liderado o conducido. (Urresti, 2011: 25) La legitimación del patriarcado adultocéntrico (Duarte, 2016), a través del proceso de socialización escolar y de la homosocialización masculina, posibilita la producción de condiciones para imponer los términos sobre los cuerpos juve- niles, territorio donde opera virtuosamente para construir saberes y prácticas en clave de dominación. La construcción curricular vista así termina configurando experiencias escolares que merman los proyectos educativos y fortalecen la do- minación social:
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=