Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]

144 – juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan. volumen 2 pobreza y extrema pobreza, en un rol principalmente subsidiario. La idea del modelo supone que las diversas necesidades humanas y sociales deben ser satisfe- chas por cada individuo, a través de la oferta del mercado o en su defecto por las redes familiares; solo cuando los dos agentes anteriores fallan, el Estado asume la responsabilidad, regulando las imperfecciones a través de políticas asistenciales o de focalización. 2. Relación con el sistema sexo/género La vida social no está solo organizada por sistemas económicos o modos pro- ductivos, en el caso de Chile capitalistas-neoliberales, en que los elementos del mundo natural se transforman en objetos de consumo a través de procesos pro- ductivos, sino también por modos reproductivos de existencia y producción de personas. Los grupos humanos se reproducen, y estas necesidades de reproduc- ción y sexualidad no se satisfacen de manera natural, sino más bien son determi- nadas culturalmente a través de un sistema sexual (Engels, 1972). Este sistema se organiza de acuerdo con el sexo asignado al nacer, dividiendo a los sujetos en dos: hombre o mujer, imponiendo a través de diversos dispositi- vos funciones diferenciadas para cada uno. Esta división exacerba las diferencias biológicas, creando patrones culturales binarios y posiciones jerarquizadas en- tre ambos, imponiendo la heterosexualidad como forma natural de relaciones sexual-afectivas y la constricción de la sexualidad femenina. Si bien hombres y mujeres adquieren formas distintas, estas diferencias no son naturalmente opuestas. La identidad de género exclusiva es la supresión de semejanzas naturales. Esta división sexual reprime rasgos femeninos en los varo- nes, como también impone cualquier conducta considerada masculina en ellas, independiente de las expresiones de masculinidad y femineidad que se definan en los diferentes espacios sociales y culturales. Se trata de un mecanismo para constituir un estado de dependencia recíproca entre los sexos, que tiene como propósito asegurar la unión de hombres y mujeres, haciendo que la mínima uni- dad económica integre a lo menos un hombre y una mujer. Transformando a machos y hembras en hombres y mujeres cada uno una mitad incompleta, que solo puede sentirse entera cuando se une con la otra (Rubín, 1996). Esta división sexual, en palabras de Bourdieu (2000), es un principio básico de la violencia simbólica en la estructura social como parte de la dominación masculina, que hace legítima la desigualdad entre hombres y mujeres. En ella, las mujeres quedarían excluidas de poder organizar y transformar la sociedad, ya

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