Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]

136 – juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan. volumen 2 —como autoridad heteronormada— de lo que ocurriera al interior de los ba- ños; y la utilización de duchas y camarines como espacio compartido entre cis y trans del mismo género y “distintos cuerpos”. De este modo, el baño binario se constituyó como un espacio de gestión de los cuerpos, reforzando la idea de que existen “cuerpos incorrectos que esconder y/o avergonzarse” y “cuerpos co- rrectos y mostrables”. A pesar de ello, les estudiantes cis no mostraron mayores preocupaciones por compartir baño con estudiantes trans. El día que dijeron que ya Valeria era Valeria y le contaron el cuento a los niños y todo, lo primero que hicieron sus compañeras fue llevarla al baño, que no lo conocía. Entonces la llevaron al baño y se lo mostraron, así como “vamos al baño todas juntas, porque la Valeria tiene que saber ahora dónde va a ir al baño”. Y todo fue como súper natural, la tía [profesora] no preparó eso, no dijo que la llevaran al baño, fue cosa como… lo primero que se les ocurrió a las niñas fue “¡el baño!, tiene que conocerlo pa’ que no se vaya a perder”. (Grupo focal apo- derades, 2017) La cita anterior ilustra la radicalidad de binarismo de sexo-género que se cristaliza en el baño. De esta forma es comprensible que, motu proprio , las com- pañeras cis de Valeria la inviten a conocer el baño de niñas, a modo de invitación al mundo femenino y como muestra de reconocimiento de ella como mujer. El hecho de que los establecimientos educacionales autorizaran a sus estu- diantes cis y trans a ir al baño según su género sentido, les validó y reconoció como sujetes, lo que fue valorado por elles. Sin embargo, el respeto por la iden- tidad de género sigue siendo soportado en el binarismo: baños de hombres y de mujeres. Butler (2007) señala que no se puede pretender modificar el sistema de sexo-género utilizando sus propias reglas. En consecuencia, critica las categorías de identidad que generan, naturalizan y reproducen las estructuras de sexo-gé- nero dominantes, como el concepto de género y sus ramificaciones, como mujer y hombre. En este sentido, se continuó validando el baño como espacio de con- trol de identidades y expresiones de género binarias y cisnormativas, obligando a cambiar una categoría (hombre/mujer) por otra (hombre/mujer), pero no su cuestionamiento o rebelión contra estas. Por último, existieron símbolos sociales, como el uniforme escolar y los actos escolares, que reprodujeron roles y estereotipos de sexo-género. Algunes estudiantes indicaron que el uniforme sin distinción de género —como los bu- zos o uniformes deportivos— eran de gran agrado, pues dejaba de existir una diferenciación marcada entre hombre y mujer, en contraste con el uniforme tra-

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