Juventudes en Chile: miradas de jóvenes que investigan [volumen 2]
Jóvenes Secundarios – 105 de la propia experiencia, base de percepciones, sensaciones, y ejecutor de prácti- cas” (p. 170). La performance juvenil responde entonces también a una manera hegemónica de ser y participar en el medio social, por ende, a distintas formas de dominación, lo que emerge desde la visión de Feixa (citado en Bonvillani y Roldán, 2017), al ver el traspaso de los cuerpos como pasivos y despolitizados a cuerpos activos y repolitizados, donde se generan espacios de resistencia y pugna con el mundo adulto, que dicta las pautas de normalización y formas de operar en la vida social: [Sobre las prácticas realizadas] y así la disidencia puedan desarrollarse plena- mente, que no estén estigmatizadas como lo están… obviamente una quiere cam- bios en todos esos sentidos pos y que se pueda vivir de una forma mucho más amena. ( Joven varón secundario, Colectivo Educación no Sexista) Con lo relatado en este apartado, se puede decir que el cuerpo toma una fuerza fundamental dentro de la organización juvenil, no solo por la perfor- mance sobre disidencia sexual o en un caso estético respecto a los raperos, sino porque se ubica como un dispositivo para el despliegue de participación juvenil (Reguillo, 2004), donde se llevan a cabo protestas que evidencian un malestar, así como también bienestar. Aquí cabe señalar que el concepto de dispositivo se entiende desde la propuesta de Foucault (1983), quien lo define a partir de tres cuestiones fundamentales: una red que se establece entre diversos elementos, como discursos, instituciones, medidas administrativas, disposiciones arquitec- tónicas, entre otras; una segunda cuestión fundamental de este concepto recae en lo que el autor llama discursos, donde por un lado puede aparecer como parte de un programa de institución o en contraste como un mecanismo para justifi- car y enmascarar cierta práctica; en tercer lugar, el dispositivo se relaciona con una “formación que, en un momento histórico dado, ha tenido como función principal la de responder a una urgencia” (p. 185). Así, desde Foucault (1983), el dispositivo está siempre visitando el juego del poder, por lo que se concibe como “estrategias de relaciones de fuerza soportando unos tipos de saber, y soportadas por ellos” (p. 186). Esto se refuerza por Deleuze (2007), quien declara que el dis- positivo es efectivamente una “máquina de hacer ver y de hacer hablar” (p. 305), cuestión que adquiere absoluta relevancia si consideramos que el cuerpo es un medio por el cual se expresanmúltiples cuestiones, como lo son las experiencias y percepciones que cada sujeto joven porta. En este sentido, los jóvenes en sus dis- cursos dejan en claro que la politización de sus cuerpos responde a una dinámica de poder, donde ellos saben que el dominio adultocéntrico busca normalizar y
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