Encuentro Archivo, Documentación y Patrimonio Teatral

Encuentro Archivo,Documentación y Patrimonio Teatral 66 generalmente es de carácter amoroso. De esta manera, tanto el cuerpo femenino como el sentido o dirección de sus movimientos, se muestran claramente para la complacencia del hombre. En las danzas de la alta burguesía europea, como también en las fiestas populares, se manifestaban de manera explícita y colectiva los gestos, miradas, complicidad y amaneramientos donde la convención de cuerpos acercándose pero sin tocarse, era propio de los bailes de aquellos siglos, es decir, una cultura hegemónica que respondía a prejuicios morales y de carácter religioso de manera extrema. La distancia y el hecho de no tocarse se relaciona explícitamente con el uso del “miriñaque”, que forma parte fundamental del traje femenino de la época referida, el que excluye el cuerpo del otro dejando al gesto como un lenguaje sígnico, para ser interpretado de acuerdo a la estructura cultural y religiosa que sólo daba pie a la imaginación provocada desde el diseño de la moda. Asimismo, el uso de este elemento en el vestuario femenino, mantiene el distanciamiento desde la cintura hacia abajo donde el “pecado original” se revela, delimitando proxémicamente la relación de género en los cuerpos en movimiento. En cambio, desde la cintura para arriba, el tórax se modifica transformándolo de manera extrema producto del uso ajustado de un corset, obligando a aumentar y levantar su busto, alterando ortopédicamente la estructura física de estos cuerpos. Es evidente como la gestualidad, la proxemia y la danza en tanto “texto corporal”, nos permite leer las costumbres y hábitos de la cultura social de aquella época. En la danza, por ejemplo, sólo se tocaban las manos, lo que debía hacerse con guantes, evitando de esta forma el contacto directo con la piel del otro. Aquella relación proxémica propia de la distancia y el acercamiento entre cuerpos, narraba en tanto lenguaje corporal una realidad contextual y cultural particular de aquella época. En esta misma línea, otra forma de comunicarse era a través de objetos tales como pañuelos, abanicos y gestos que actuaban como códigos, creando un discurso y un lenguaje de complicidad como si fueran escritos o voces en silencio. En aquella época tanto en las danzas populares como en las de alta burguesía surgían aquellos conceptos de poder que han sido emanados desde un pensamiento religioso, donde la moral y buenas costumbres se regían por estos preceptos. Cuando hombres y mujeres se encontraban en un espacio público como en un salón de baile, debían manifestarse o expresarse según las normas de la relación corporal permitida en una sociedad profunda y verticalmente religiosa, conducida principalmente bajo los conceptos del cristianismo. El “pecado original” que se manifiesta en el placer carnal, buscaba otras formas de encuentro que evitaran dicha lectura “concupiscente”, propia del pensamiento cristiano occidental de la moral y buenas costumbres. El libro Orquesografía. Tratado en forma de diálogo , publicado por primera vez el año 1588, nos revela cómo a través del registro de enseñanza de estas danzas de Corte escrito en forma de diálogo, es posible leer el imaginario social y cultural de una época. Allí se expone entre otros aspectos, que durante el siglo XVI el espacio de encuentro social donde se ejecutaban estas danzas tenía un carácter romántico y de conquista.

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