Encuentro Archivo, Documentación y Patrimonio Teatral
Encuentro Archivo,Documentación y Patrimonio Teatral 14 El teatro es la memoria semiótica de la historia, de la cultura, concebido, desde la perspectiva de Yuri Lotman, como un saber enciclopédico en el que distintas series o esferas se superponen infinitamente. A la idea lotmaniana de continuo semiótico –la semiosfera- debemos sumar el concepto de texto y su función de memoria cultural colectiva. El precursor de la semiótica de la cultura sostiene que una de las funciones del texto está ligada a la memoria de la cultura y que “la capacidad que tienen distintos textos que llegan hasta nosotros de la profundidad del oscuro pasado cultural, de reconstruir capas enteras de cultura, de restaurar el recuerdo, es demostrada patentemente por toda la historia de la cultura de la humanidad” (1996, p. 89). La memoria también aparece representada en términos de procesos subjetivos de significación, según los cuales se entreteje una relación –siempre contradictoria o compleja- entre memoria e historia. Tal parece ser el diagnóstico de Beatriz Sarlo cuando señala que “la memoria desconfía de una reconstrucción que no ponga en su centro los derechos del recuerdo (derechos de vida, de justicia, de subjetividad)” (2005, p. 23). La relación entre memoria e historia es inquietante; existe entre ambas evocaciones y negaciones permanentes. Lo que la historia hace evidente, no siempre es retenido por la memoria. Es común que historia y memoria sigan derroteros paralelos, que aspiran a no cruzarse. La memoria acostumbra recordar acontecimientos que la historia nunca relató. Familiarizada con el imaginario social, se aleja de la erudición y encuentra un lugar menos conflictivo en la intimidad humana: “la memoria suele despreocuparse de la verdad histórica registrada en documentos. A veces simplemente se desinteresa por la verdad. Ella, la memoria, oficia de verdad” ( Ibíd ., p. 5). Si los discursos de memoria tienen que ver con la manera como la trama social de un país logra concebir un espacio donde las distintas subjetividades puedan verse reflejadas, entonces el teatro –entendido como un reservorio activo de la memoria- es un canal de expresión y de revisión permanente de los avatares de un grupo social específico y de su historia. En Chile el teatro supo desde sus inicios de la necesidad de establecer una suerte de correspondencia entre los hechos que preceden a la creación y la manera como recrearlos, haciendo del ejercicio de memoria una exigencia moral e histórica. En ese sentido es posible entender el trabajo de sus productores. Si en un primer momento, con los inicios de la modernidad que inauguraba el siglo XX, el teatro chileno intentaba confirmar la vocación identitaria de la nación, acogiendo expresiones, prácticas y costumbres propias del imaginario popular, a medida que avanza el siglo esa memoria colectiva va incorporando nuevos elementos y actores. En suma, se diversifica la expresión de esa memoria colectiva, en la medida que nuevos espacios de representación van ganando su carta de ciudadanía.
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