Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 969 – En torno a las fuentes lexicográficas del primer diccionario... • Stefan Ruhstaller español), conjunto al que hay que sumar los numerosos registros léxicos dispersos en el interior de la microestructura– que el autor consideraba de origen árabe y que estudia desde una perspectiva etimológica. Las etimologías que propone Guadix causan una “impresión de disparate predominante”, en palabras del máximo experto en la materia, el arabista Federico Corriente, y son fruto de una metodología etimológica “primitiva y disparatada” (Corriente 2005: 94) y unos “limitadísimos conocimientos de árabe” (Corriente 2005: 102). Con todo, Corriente ha determinado que, desde el punto de vista de la lingüística moderna, son correctas “en total, unas 500 [etimologías], sobre un total de 1000, lo que quiere decir que la proporción de aciertos es, siempre aproximadamente, del 50%”, y reconoce que la Recopilación “no es, pues, fuente despreciable, puesto que son valiosos, como hemos reseñado, bastantes de los datos contenidos en la obra” (Corriente 2005:112). No cabe duda de que la tasa de errores es tan elevada debido al empeño de Diego de Guadix por demostrar lo profunda que es la huella que ha dejado el árabe en el léxico español, un empeño obsesivo y obcecado que, a juzgar por las diatribas contra los musulmanes que son constantes a lo largo de la obra, nada tiene que ver con la maurofilia; al contrario, en opinión de Corriente el motivo de esta actitud ha de buscarse en la desmedida ambición personal del franciscano, que con su obra aspiró a lograr prestigio en el interior de la jerarquía eclesiástica (Corriente 2005: 93-94). El segundo aspecto peculiar de la obra es el de su difusión posterior, extremadamente limitada a consecuencia del hecho de que la Recopilación no se ha conservado sino en forma de un único manuscrito, custodiado hasta hoy en la Biblioteca Colombina de Sevilla. A pesar de que obtuvo licencia de imprenta en 1593, su publicación ha tenido que esperar más de cuatro siglos: en 2005 y en 2007, respectivamente, aparecieron dos ediciones modernas, acompañadas ambas de valiosos estudios (Bajo/Maíllo 2005; Moreno 2007). Debido a esta circunstancia, la recepción de la obra por parte de los eruditos y filólogos posteriores ha sido escasísima. Como revela un minucioso estudio realizado por Felipe Maíllo (Bajo/Maíllo 2005: 29-82), son muy pocos los que llegaron a consultar el texto a través del único manuscrito existente: en palabras de este investigador, “nos encontramos ante una obra ignorada por casi todos y descrita con considerable inexactitud en la mayor parte de las ocasiones en que se tiene alguna noticia sobre ella” (Bajo/Maíllo 2005: 29). Si a pesar de todo ha tenido alguna repercusión, esta se debe a las referencias a Guadix contenidas en el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias. De hecho, el lexicógrafo toledano cita a Diego de Guadix centenares de veces, y en el prólogo destinado “al letor” declara que extrajo su información de “algunos escritos del Padre Guadix” que había “visto”. De referirse con estas palabras a la única obra hoy conocida de Guadix –la extensísima y hasta 2005 inédita Recopilación de algunos nombres arábigos , que constituye un único texto de estructura coherente– tal referencia resultaría chocante, hecho que impulsó a F. Maíllo a cotejar detenidamente dicho texto

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