Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II
– 931 – Una lectura de cuatro textos fundadores de los estudios literarios... •Mario Rodríguez culturas regionales como las literaturas andinas y las literaturas indígenas, en general. Como asimismo, en movimientos como lo real maravilloso, aunque ya no es tan fácil percibir la diferencia con el realismo canónico, aparte de los temas o asuntos que trata. ¿Pero tales diferencias existen en el amplio campo de nuestro desarrollo histórico? La respuesta no puede ser sino afirmativa, ya que si examinamos la aparición de la literatura moderna hispanoamericana, ella se desarrolla en una modernidad descrita por Paz “como una mascarada” (Paz 1987) al carecer del espíritu crítico y racionalista de la Ilustración que no existió enAmérica Latina –y si lo hizo fue en forma débil– y del desarrollo tecnológico consecuente.Apesar de la diferencia, ¿por qué categorías elaboradas en las culturas centrales no sirven para dar cuenta de la especificidad de nuestras literaturas? O dicho de otro modo, ¿se pueden inventar o es necesario inventar categorías literarias para cada literatura en particular? SegúnAdrián Marino, sí y no. “Sí, si esas categorías son de orden histórico, sociológico, cultural, estilístico (barroco colonial, por ejemplo). No, si son de orden fenomenológico y estructural. Los conceptos literarios por muy universales que sean tiene un contenido nacional” (citado por Rincón 1978). Se trata de una distinción productiva, pero el mismo Rincón critica los métodos formalistas venidos desde el extranjero porque no darían cuenta del deber que tendrían los estudios literarios de ayudar a construir una conciencia latinoamericana empeñada en la emancipación social y cultural de nuestros pueblos. Estas no son reflexiones escritas en el aire sino sobre una materia concreta: El deslinde de Alfonso Reyes. Y se justifican porque el intento del autor mexicano está fundado en la fenomenología o “fenomenografía”, como dice él. “La teoría literaria es un estudio filosófico o fenomenológico”, escribe Reyes. La teoría literaria procura abstraer una esencia común al fenómeno literario. Es una abstracción fenomenológica, ni psicológica, ni preceptiva. No se puede pedir, dice Reyes, a la teoría literaria una crítica concreta sobre tal o cual obra. Es como pedir recetas farmacéuticas a la química. Existe en tales juicios una distancia muy corta con el concepto de literiaridad de Jonathan Culler (2000) y los formalistas rusos. Es decir, de los elementos y principios que se combinan para hacer literaria una obra. Esta proximidad de El deslinde a las teorías de los formalistas rusos favorece la crítica que hace el colombiano Carlos Rincón del sustrato esencialista –existiría una esencia de lo literario– en las teorías de Reyes, Félix Martínez y Anderson Imbert. Rincón piensa que la noción de autonomía del texto literario que ellos manejan los lleva a separarlo de las estructuras y procesos sociales-culturales en las cuales se produce y es recibido. Esta noción se traduce, por ejemplo, en la imposibilidad de pensar la intertextualidad desde un horizonte distinto al planteado por la concepción burguesa de la cultura. Por oposición, la atención del teórico debía estar puesta, como anoté más arriba glosando a Rincón, en los medios de producción y recepción de las obras literarias, en el contexto de las necesidades histórico-sociales del subcontinente y de su posición en los debates políticos, económicos y sociales. Así, la presión social del continente ha llevado a cuestionar como un espejismo la existencia de
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