Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II
– 930 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier con la publicación de Calibán (1971) de Fernández Retamar que tajantemente afirma: “Nuestro símbolo no es pues Ariel, como lo pensó Rodó, sino Calibán”. Calibán, el mestizo, despojado de la tierra, sería la figura alegórica más exacta del hombre latinoamericano”. Con más amabilidad, Benedetti acota: “Rodó ha reconocido el peligro, equivocó el nombre”. De todos modos, el texto no se agota en los binarismos porque existe una tercera figura: Próspero, cuyas enseñanzas, lecciones, constituyen, por una parte, un verdadero sermón laico para la juventud latinoamericana, que es el lector ideal del libro, pero por otro lado es el discurso del colonizador que ha esclavizado a Calibán y que trata de enseñarle su lengua, porque la deforme criatura solo balbucea como los pavos. El Deslinde de Alfonso Reyes. Este texto publicado en 1944, junto a La estructura de la obra literaria de Félix Martínez Bonati, aparecida 1962, son los únicos intentos de crear una teoría literaria escrita enAmérica, aunque afirma Roberto Fernández Retamar no son teorías de la literatura hispanoamericana porque aspiran a ser teorías generales. Se plantea aquí una encrucijada que recorre el horizonte general de los estudios literarios en Hispanoamérica: la necesidad imperiosa de vincularse a las culturas locales y a la literatura producida en ellas, abandonando el eurocentrismo que acecha estos estudios. La idea presente en el juicio de la crítica sobre El deslinde es que el campo del conocimiento que trata la teoría literaria está colonizado por las culturas dominantes, especialmente la francesa y la anglosajona y en el caso de Reyes por la tradición greco-latina. La pregunta inevitable pareciera ser: ¿Es posible crear categorías teóricas propias y originales a partir del corpus específico de estas literaturas regionales? ¿ O a partir de la literatura hispanoamericana como un solo corpus homogéneo, tal como la considera Fernández Retamar? Las respuestas, en general, apuntan a que cuando se trata de categorías históricas y culturales, como barroco colonial, es posible hacerlo, mientras si se refieren a conceptos estructurales, como intertextualidad, no. Digo en forma general, porque se han propuesto algunas categorías que sí abren la posible originalidad. La primera la enunció Ángel Rama que cree ver en el concepto de la transculturación una de las categorías teóricas que daría propiamente cuenta de una condición de la cultura hispanoamericana. Más tarde, Antonio Cornejo Polar propone el término de literaturas heterogéneas, pensado a partir de las literaturas andinas, para definir una peculiaridad de las literaturas hispanoamericanas y que debería integrar un campo teórico propio. Otra respuesta afirmativa es la de García Canclini que propone el concepto de literaturas híbridas para definir el modo de producción literario que caracteriza a las letras latinoamericanas. El crear categorías propias acordes a la especificidad de nuestro corpus, parte de la convicción de que las categorías elaboradas en las culturas centrales no dan cuenta adecuadamente, o derechamente desvirtúan las diferencias que presentan nuestras letras, enfrentadas a la tradición occidental, específicamente, a la tradición europea. La llamada diferencia está claramente expresa en las
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