Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II
– 841 – Tipología de las academias de la lengua española • Francisco Javier Pérez el habla de muchos de los países hispanoamericanos, cuyo auge y penetración preocupaba mucho. Como se sabe, la Real Academia Española había propuesto en 1870 una comisión para la creación de las academias americanas, cuyo secretario fue el numerario mejicano-español Fermín de la Puente y Apezechea, discípulo del célebre escritor romántico Alberto Lista, quien redactó un Reglamento para la fundación de las Academias Americanas correspondientes de la Española . El precioso documento traza la ruta que siguieron las primeras corporaciones para su constitución en calidad de correspondientes y, lo más sustantivo, sueña con una institución que congregue y represente a cada una de las instituciones que irían fundándose; una de las primeras referencias anticipatorias de lo que sería laAsociación deAcademias. La entiende como una federación natural nacida al amparo de la fraternidad propiciada por la lengua común. Al preguntarse “¿Qué falta?”, responde con una clarividencia y claridad que hoy causa asombro: “Que sin perjuicio de que continúe tan benéfica corriente, se alimente y enriquezca con veneros propios concentrándose en las respectivas Academias, cada una de las cuales represente en su país dignamente a la Academia Española, todas tan españolas como ella, formando entre todas una federación natural que no reconozca límites ni barreras dondequiera que sea lengua patria la lengua de Cervantes, cuyos pueblos (ya lo dice la Academia Española) podrán formar diversas naciones, pero nunca perderán esta robusta y poderosa unidad, nunca dejarán de ser hermanos” ( Reglamento 1927 [1870]: 30-31). Como se ve, este valioso documento fijaba también, sin el fraseo terminológico actual, las directrices de la política panhispánica que hoy nos rige. En mis estudios sobre Julio Calcaño, uno de los miembros fundadores de la Academia Venezolana de la Lengua y su primer secretario perpetuo, reconstruyo el itinerario que siguió la quinta de las academias correspondientes para su definitiva creación y aprobación por parte de la Real Academia Española. El primer paso no era otro que la elección de correspondientes venezolanos de la corporación madrileña, con la idea de que se reunieran en Caracas para formar, ahora ellos en calidad de primeros numerarios, una institución de este estilo en Venezuela. Acordado el carácter nacional de la nueva academia y garantizado el patrocinio gubernamental, que en este caso había provenido del general Antonio Guzmán Blanco, el caudillo ilustrado más célebre del siglo XIX, se elegirían otros miembros hasta conformar una nómina suficiente para funcionar con suficiente independencia intelectual. La dotación de una sede también era asunto de primer orden y así fue como la adquirió en los espacios del precioso edificio de la antigua Biblioteca Nacional de Caracas. La instalación de la Academia se concretaría con un fastuoso acto público en donde el dictador y primer director de la institución pronunciaría uno de sus más célebres, disparatados y extensos discursos en la historia de las academias. Con un acto dividido durante los días 26 y 27 de julio del año 1883, debido a la excesiva duración del discurso de instalación, comenzaría su andadura la academia de la lengua en la patria de
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