Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II
– 829 – El recurso a las hablas occidentales sureñas para la construcción... • José A. Pascual literarios de escritura recurriendo a algunos rasgos marcados de pronunciación que pudieran oírse en el campo. Es por otros terrenos por los que se mueve el escritor en su aventura: al más importante, el sintáctico, he de dejarlo de lado por su complejidad, que requeriría una atención mayor de la que puedo prestarle y el consiguiente tiempo que esto exigiría. Me he de conformar, pues, con señalarlo y pasar a hacer unas cuantas calas por algunos hechos que pueden servir para encuadrar los recursos dialectales a que acude CJC dentro de un aspecto castizo, buscadamente anticuado, de la escritura. Género de los nombres A juicio de S. Suárez (1969, p. 56), la mayor distancia de la lengua común a que se sitúa el protagonista de la novela son ‟ciertas variantes morfológicas” casos como algunos femeninos del tipo la dolor (4/58) la color, la respeto, la pus . De ellos creo que la color y la dolor podían estar inducidos por el portugués, donde cor y dor son femeninos. En cuanto a la pus lo he oído en el campo salmantino a personas que no considero incultas, entre las que recuerdo a una maestra de la Institución Libre de Enseñanza; Seco (1987, s. v. pus ) lo caracteriza sin más como vulgar, mientras que ‟en México y algunos países del área centroamericana [...] alternan ambos géneros, y en Chile [...] se usa solo en femenino (DPD, s. v. pus ). Casos como la respeto (‟el motivo de que a mi madre llegase a perderle la respeto”, 5/62; ‟sólo me es dado afirmar que la respeto habíasela perdido tiempo atrás”, 5/62) o la carácter (‟me conocía la carácter” 3/50) podrían tratarse de creaciones del propio Cela, inducidos por los otros dos sustantivos. Son precisamente los que a mi juicio parecen estar en el plano más vulgar de los usos de la novela. Anteposición del pronombre yo en una enumeración Vayamos ahora a la anticipación del pronombre yo en una secuencia en la que aparecen, junto con él, otro sujeto que participa de la misma acción verbal: ‟dormíamos yo y mi mujer”, 1/30, que, no obstante, pierde parte de su fuerza caracterizadora al contradecirse con otro ejemplo: ‟mi mujer y yo nos paseábamos” , 8/88. Es un tipo razonable de una ruptura con lo esperable por parte de una persona culta, que, por otra parte, no puede tomarse con un uso vulgar. En el DPD, s. v. Yo. § 1, se distingue, con buen criterio, entre las razones de cortesía para relegar en una enumeración el pronombre yo al último lugar, y la idea de que ‟no hay [...] justificación lingüística para censurar su aparición”. En este caso CJC se basaba en un uso conocido en el occidente meridional del español peninsular: concretamente Velo Nieto (1956: 108) lo señala en las Hurdes, donde ‟suelen preferirse en la enumeración de sujetos la 1.ª persona a la 2.ª: yo y Sebastián nos vamos al carboneo ; a lo que se añade el hecho de tratarse de algo normal en portugués. El caso es que cuando Pascual antepone el yo no
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