Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II
– 825 – El recurso a las hablas occidentales sureñas para la construcción... • José A. Pascual ese momento a la que se solía hacer referencia en la ciudad, donde se distinguía ‟entre el ama de cría , (personaje frecuente en las novelas de Pereda, que criaba a un niño), y el ama seca , mujer de más edad que cuidaba a los niños de una casa” (Pérez Rioja 1990, p.72). Se dice en la novela que: Don Jesús [...] tenía ordenado al ama vigilase los geranios [...] con el mismo cariño que si fuesen hijos, porque la vieja andaba siempre correteando con un cazo en la mano, regando los tiestos con un mimo que a no dudar agradecían los tallos, tales eran su lozanía y su verdor, 1/27. Era la mujer del dueño –del amo–, a la que le correspondía organizar las tareas domésticas, como ocurre también en el siguiente texto del escritor extremeño F. Flores (1998: 168): ‟...la dueña era una tía segunda suya [...]. Quiso el destino que a los tres años muriese su tía, el ama, por lo que la moza siguió atendiendo al dueño, al que llamaba tío”. A ese mismo sentido nos lleva la definición que Castaño Álvarez (2007, s. v. ama ) da a esta palabra, empleada en el Arañuelo toledano, un espacio en que se han mezclado castellano y leonés, según iban expandiéndose hacia el sur: Mujer casada, aunque el nombre se solía reservar para la mujer que tenía cierto patrimonio; esto es, empleados en la labor sobre los que mandaba o podía mandar. Ha dicho el ama que le traigamos un poco de leña en el remolque. Qué , ¿ha venío el ama? Y puestos a ser angelicales, al ama se le podían añadir funciones tan bienintencionadas como las que le atribuyen los versos de José María Gabriel y Galán, en su poema El ama : ‟la vida en la alquería / giraba en torno de ella / pacífica y amable, / monótona y serena” . Mismo He preguntado a algunas personas cómo veían ese mismo que aparece en ejemplos como: mismo parecía a quien las viese que eran..., 5/65; mismo uno se sentía feliz al mirar para ella, 7/73; una sonrisa en la boca que mismo parecía la sonrisa de una mártir, 7/76. La mayor parte de ellas opinaba que era un galicismo introducido subrepticiamente por CJC en su novela; alguien más avisado, consciente de que difícilmente el escritor intentaría colocar galicismos en una obra como esta, me dijo que se trataba de un madrileñismo, que es como S. Suárez (1969, p. 56) califica la voz. Ha habido un filólogo que me ha señalado este uso en aragonés, tirando del hilo de su empleo por parte de G. García de Santamaría ( c 1488, f. 15v): ‟mesmo toue vn tiempo vn pequeño huerto cabe el monesterio en el qual conreauamos hortalizas e vn gentil de noche entro e furtolas”.
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