Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 822 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier que entenderá que no intento volcar la información que proporciona una novela sobre unas cuantas palabras, como un argumento para caracterizarlas desde un punto de vista social, pues mi intención es tratar vislumbrar las ideas que CJC se hacía de esos usos, con los que quiso construir un lenguaje de apariencia rural, pero en un marco expresivo neutral de una persona de campo, a cuyos defectos no se le unía la falta de inteligencia ni la capacidad para expresarse como lo hacen los campesinos cuando no se caricaturiza su lenguaje. Por otra parte, no me cabe, Alfredo, la menor duda de que mis opiniones sobre lo que pensaría el novelista para hacer sus elecciones no han de coincidir en muchos casos con las de quienes hoy lean la obra, ni quizá con las tuyas. Aunque tengo, sin embargo, alguna ventaja para abordar este asunto, debida a un hecho meramente biográfico, pues a pesar de ser un urbanita convicto y confeso, pasé muchos largos (entonces me parecían larguísimos) años de mi infancia en dos pueblos: uno, Monleras, al noroeste de Salamanca y otro, Aldeanueva de Camino, al norte de Extremadura. En ellos me sorprendían constantemente las discrepancias entre mi manera de hablar y la de las gentes de aquellos pueblos, que en cierto modo los considero míos. Algunas de esas discrepancias me han proporcionado una buena orientación para caracterizar algunos usos de la novela de CJC. Eso te explicará que me atreva a mezclar mi testimonio con el que dan unos cuantos textos en los que he encontrado descripciones fiables para moverme por el paisaje extremeño de nuestra lengua, el que discurre esta novela. Los datos por los que me he internado 2 están esparcidos acá y allá en los territorios que conservan restos de antiguo leonés, situados en una franja que se extiende desde Zamora a Badajoz, y termina por llegar a la Andalucía occidental, de donde pasó a las Canarias y saltó a América. Territorios que por el norte y oeste muestran también fuertes coincidencias con el gallego y el portugués, lenguas que, no resultándole ajenas a CJC, le sirvieron para ampliar esos elementos occidentales a que acabo de referirme, que se adecuaban bien, además, a la manera de expresarse de quien, como Pascual era hijo de un portugués. 2 En este período en que he estado confinado en un lugar, mientras gran parte de mis libros de trabajo lo han estado en otro muy distante del anterior, no me ha sido posible dar con todos los datos que hubiera necesitado. He echado así en falta libros como el de A. Iglesias Ovejero sobre el Rebollar; el de Marcos Casquero sobre Béjar; el de Montero Curiel sobre Madroñera o el de Casado Velarde sobre Don Benito. Desamparado también por las bibliotecas, me he tenido que apuar en el material encontrado en la red y en unos cuantos datos, procedentes de mis lecturas y de mis recuerdos, que había ido pasando poco a poco a mi ordenador. De ahí que cuando me refiera a lo largo de este texto a lo que recuerdo, el hecho es que me he fiado más de lo que tenía anotado en una ficha que de lo que hubiera podido encontrar en mi memoria.

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