Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 792 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier En ningún otro género literario es de tal modo íntima la unión entre sonido y sentido como en la poesía. Esto es lo que distingue al poema de las otras formas literarias, su característica esencial. El poema es un organismo verbal rítmico, un objeto de palabras dichas y oídas, no escritas ni leídas”(1990: 122). YRivers: “la mera versificación material impone al lector una semiosis totalmente diferente a la de la prosa (1988: 16) 8 . No obstante lo anterior y como tendencia globalizadora, el fortalecimiento de la vigencia y el prestigio de la escritura en el marco de nuestra cultura letrada ha provocado un creciente proceso de prosificación y hasta de prosaísmo en la poesía (el verso rimado y medido ha cedido su lugar, primero, al verso blanco o suelto, luego al verso libre y, por fin, a secuencias o tiradas que buscan, por sobre todo, resaltar las posibilidades visuales de tipografías y otros efectos gráficos, así como las espaciales de la distribución en la página). Esta idea de la poesía como escritura es expresada lúcidamente por Enrique Lihn: “No quiero fingir que hablo cuando escribo. Ni menos aún que canto o toco un piano de palabras. Ni conversación de extramuros o de salón ni organillos ni música de cámara. La palabra escritura hay que tomarla al pie de la letra” (1997: 387). Paradojalmente, mientras más parece acentuarse el dominio de la letra y la escritura en la moderna práctica de la poesía y de la literatura, en general, la que adopta predominantemente el carácter de texto escrito –incluso los textos tradicionales, populares o folclóricos suelen llegar al público transcritos o impresos–, más parece acentuarse en ella la nostalgia de la palabra oral. Tendencia, esta última, apoyada fuertemente en la presión de los medios audiovisuales pragmáticos y artísticos 9 . 8 Surgen evidentemente sugerencias melódicas y rítmicas que acercan la poesía a la música y a la danza. Por supuesto, no solo el adjetivo lírico evoca la relación de poesía y música. Los propios poetas se encargan de sugerirla a través de cantos, himnos, canciones y cantares, villancicos, coplas, romance, sonatinas, trovas, serenatas o seguidillas, preludios y salmos, rondas, etc. Recordemos, un poco al azar, algunos títulos de poemas que expresan una clara intención de evocación musical: “Sinfonía en gris mayor”, “Nocturno”, “Balada”, “Canción desesperada”, “Tango del viudo” o algunos libros: Cantos de vida y esperanza, El canto errante, El son entero , Motivos del son, Canto general, Barcarola, Canción de gesta, Cancionero sin nombre, Canciones rusas, La cueca larga, Semillas para un himno. 9 El carácter esencialmente fónico del poema ilumina, según Octavio Paz, el “verdadero significado de la lectura en público de poemas [...]. Es un regreso al origen de la poesía, un volver a la fuente. Y por esto mismo las posibilidades de la pantalla de televisión son inmensas. En primer término, la creciente popularidad de los casetes nos libera de la tiranía del ‘rating’ y abre el camino a la pluralidad de públicos. En seguida: en la pantalla de televisión confluyen las dos grandes tradiciones poéticas, la escrita y la hablada. La pantalla es una página favorable, incluso por sus dimensiones, al diseño de composiciones no menos sino más complejas que la ideada por Mallarmé. Además, las letras aparecen en distintos colores y, diferencia substancial, en movimiento. Por otra parte, la página se transforma en una superficie animada, que respira, transcurre y cambia de un color a otro. Al mismo tiempo, la voz humana, mejor dicho, las voces, pueden enlazarse y combinarse con las letras. Por último: las imágenes visuales y los

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