Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 700 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier Hay muchos casos en los que es difícil precisar cuándo aparece y cuándo desaparece una palabra. El uso –y resulta ocioso repetirlo– determina la vida de una palabra. Y la vida de las palabras está íntimamente vinculada al mundo de la vida de los usuarios de la lengua: las cosas que nombra, las acciones que realiza… su vida individual y colectiva. ¿Quién se acuerda de la última vez que abordó el chimbarón para dar un vueltín por la capital en aquel bus pelón ? Y si ya no hay chimbarón , ¿por qué seguimos usando la palabra? Lo cierto es que chimbarón dejó un vacío designativo como objeto (el bus pelón ), pero la palabra entró en la cultura del pueblo con otras designaciones: ‘un niño inquieto y alborotador’. Leamos a Carlos Mejía Godoy en La pastorela nicaragüense : Manejate serenito y no estés de chimbarón/ porque tenés la misión urgente de cocolear/ y desmontar el terreno, donde pronto va a sembrar/ el Divino Nazareno ( Magazine No. 175). O la ‘niña que se involucra en juegos de varones’; por eso se escribe más propiamente chinvarona ”. Alina Guerrero nos dice en una entrevista: “Realmente yo era muy chinvarona ” (LP/07/12/2003). En la década de los ochenta, se creó una palabra –el verbo postear – para designar la actividad de ‘cuidar un objetivo económico o militar de un posible sabotaje’: Fíjate que soy tan la verga que si me voy a buscar leña muy largo del campamento me pierdo; si soy de los primeros en postear, y todavía no está bien marcado el trillo del campamento a la posta, igual… (Cabezas 1988: 64). ¿Quién utiliza ahora esta palabra? Solamente en los registros documentales. ¿Por qué? “Quien conoce los nombres conoce también las cosas”, decía Platón en “Cratilo”, uno de sus Diálogos socráticos (citado por Ducrot y Todorov 1998: 157). Pero una época se dice con unas palabras que quedan marcadas. Y no solo los nombres: son parte de ella. Y con ella se van. Y vuelven otras. En ocasiones, desaparecen las palabras cuando desaparece el referente, la cosa que las palabras nombran, y entonces la palabra va cayendo poco a poco en desuso. Alberto Vogl Baldizón (2006: 23) relata con no poca nostalgia, en Nicaragua con amor y humor , que los hachones de ocote y las candelas de sebo fueron relegadas por el candil y la lámpara tubular. Y nos habla también (2006: 144) de los tres tipos de flechas que usaban los indios del norte: la venadera , que llevaba en la punta un cuchillo para penetrar el codillo de un venado; la puyona , con un clavo de un jeme para atravesar animales pequeños, y la pajarera , que terminaba en una bola y que servía para cazar pájaros con aquel golpe mortal. En verdad, las palabras nacen y algunas mueren por distintas razones. ¿Quién dice ahora “vamos al centro” (de la ciudad) si tenemos una capital dispersa y

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