Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 1123 – El valor de la Lengua Española • Darío Villanueva Se trata, sin duda, de una operación de máxima importancia, basada en una herramienta de nuevo cuño, concebida además desde el principio conforme a la nueva cultura de los llamados “nativos digitales”, con la que España aportará su colaboración en el buen desarrollo y el éxito final del ambicioso nuevo programa curricular que abre en la República Popular China la posibilidad de que millones de escolares preuniversitarios accedan al estudio del español. Este programa sin duda provocará a la vez un considerable aumento de los estudiantes universitarios de Filología española en China, para los que nacerán nuevas ofertas de trabajo, así como también para maestros de lengua procedentes de los países hispanohablantes, lo que apunta a uno de los parámetros que los investigadores del valor económico del español ya mencionados tuvieron en cuenta. Pero a este valor hay que añadir otros como el primero que estamos contemplando: la globalidad de una lengua ecuménica, que satisface las necesidades de los países que la hablan como materna, pero que crece también en los demás porque como lengua extranjera proporciona beneficios que así son estimados por la población que se decide a estudiarla. Y añado ahora otro valor doblemente apreciable en el contexto de la globalización: el de la unidad. UNIDAD DE LA LENGUA En la historia de nuestra lengua común es obligado considerar tres momentos trascendentales. El primero es, obviamente, el fundacional, la constitución del romance castellano y su expansión por la Península ocupada por los árabes. El segundo comienza en 1492, el año de la Gramática de Nebrija, con la llegada de Colón aAmérica. Y el tercero es el que hace del español una lengua ecuménica, la segunda por el número de hablantes nativos en todo el mundo: con este tercer momento me refiero al proceso de la independencia y constitución de las Repúblicas americanas a partir de finales del segundo decenio del siglo XIX. Momento crítico en el que ciertos augures vaticinaban un desarrollo semejante a lo que con la caída del Imperio Romano representó la fragmentación lingüística de la Romania. Y no fue así porque las nuevas repúblicas soberanas, al tiempo que consolidaban el Estado, la nacionalidad, fijaban sus respectivos territorios y fronteras, organizaban la administración y abordaban el reto de la enseñanza de su ciudadanía creyeron útil el castellano o español como instrumento de cohesión, de integración nacional. De unidad. El español es la lengua que hoy es no por la Colonia, sino por la Independencia. Los sociolingüistas certifican que en 1820 hablaban español solo un veinte por ciento de los habitantes en la América hispana. Por lo que se refiere al castellano o español, los hispanohablantes, cada uno de los hispanohablantes, se siente hoy con toda legitimidad dueño de la lengua. Reside en ella como quien ocupa un lugar en el mundo. Sabe también que las palabras que la componen no solo sirven para decir, sino también para hacer; para crear, incluso, realidades.

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