Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 1120 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier sido hispano. En 2050 se calcula que la población de los Estados Unidos será de 398 millones de personas, de la cuales 106 serían hispanas. Yno menor importancia tiene el peso político que esta comunidad va cobrando sin parar. En las elecciones de 2016 hubo 27,3 millones de hispanos con derecho a voto, un aumento de un 70% si se compara con los datos de 2000. Ello quiere decir que el 11% del voto nacional fue hispano, mientras que, por ejemplo, en 2004 había sido solo un 4%, tal y como apunta un reciente informe sobre el español en la política de los Estados Unidos elaborado por The Spanish Council. Mucho se ha avanzado, sin duda, en la presencia de nuestra lengua en la vida política norteamericana desde las elecciones de 1960, las primeras en las que entró el español de la mano de Jackie Kennedy, que pidió el voto en nuestra lengua para su marido. Bien es cierto que en este momento parecen soplar vientos poco favorables, pero la solidez de las cifras electorales y el creciente empoderamiento de la comunidad hispana inspiran confianza, así como la consideración muy generalizada de que el español es una lengua universal, que transmite además valores firmes y crecientes en los planos económico, social, periodístico y comunicativo, político, cultural, deportivo o científico. Canales de televisión como Univisión, Estrella TV o Telemundo ya compiten en audiencia con las grandes cadenas del país, y se publican periódicos en español en California, Florida, Illinois, Nueva York o Texas. Los lingüistas diferencian entre dos situaciones distintas en lo que al contacto entre lenguas se refiere: el bilingüismo y la diglosia. Detrás del distingo están las relaciones de poder. Una cosa es la convivencia de dos lenguas en un plano de razonable equidad y otra cuando la lengua A, así denominada por los expertos, representa la riqueza, el poder y el prestigio social, mientras que la lengua B aparece subordinada como perteneciente a quienes también lo están en una determinada sociedad. Tengo para mí que, aparte de los datos estadísticos, y al margen incluso de un cierto enrarecimiento del clima político desde el comienzo de la presidencia de Donald Trump, el español está afianzando su posición como un idioma en condiciones de servir sin limitación alguna a la sociedad norteamericana en convivencia bilingüe con el inglés. Y ello no es mérito de ninguna Academia, sino de los millones de mujeres y de hombres, niños, jóvenes y mayores, que hacen de una lengua universal como es la nuestra la herramienta de sus trabajos y de sus días, pero también el emblema de su pertenencia a una comunidad extendida por cuatro continentes, acrisolada por una historia compleja, dueña de una cultura poderosa y diversa, y abierta a un futuro prometedor.

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