Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II
– 1071 – Modernidad lexicográfica y tradición ideológica:… • Cristina Tabernero Sala Así pues, al igual que hemos visto en los refranes, las autoridades ofrecen una imagen negativa de la mujer, lo que en una obra de corte filológico como el Diccionario de Autoridades resultaría una consecuencia lógica, en absoluto relacionada con sus redactores, excepto por el hecho de que esta visión tradicional aparece sobre todo allí donde los lemas y sus acepciones no presentan relación alguna con el género femenino. Sin embargo, no podemos llegar a saber si esta circunstancia resulta achacable en alguna medida al pensamiento de los académicos; lo único que nos consta es el criterio de ‟gallardía y elegancia” en la selección de autores y obras, que impedía consideraciones de otro tipo y eximía de cualquier identificación o rechazo al discurso contenido en los textos. No dejaremos de apuntar, no obstante, que solo en un contexto predominantemente misógino como el que hubo de darse en el primer cuarto del siglo XVIII, continuador de las centurias anteriores, es en el que resulta impensable que redactores y receptores cuestionaran la actitud negativa de los textos, más aún cuando estos encarnaban nuestra mayor grandeza lingüística y literaria o se hacían eco de la doctrina moral y la norma jurídica. 4. CONCLUSIÓN Nos preguntábamos al comienzo de este trabajo si las páginas Diccionario de Autoridades proseguían la tradición misógina de los siglos precedentes o, por el contrario, participaban de alguna manera de una concepción de la mujer algo más liberadora, acorde con el nuevo mundo ilustrado. Tras el análisis de las referencias sobre el término muger , la respuesta que obtenemos camina, creemos, en dos direcciones diferentes: el reflejo social que dibuja esta obra y el afán lexicográfico al que se subordina cualquier otro aspecto. La primera obra académica nos sirve, según hemos comprobado en el reparto por campos asociativos (§3.1), como constatación del papel otorgado a la mujer en la sociedad, tanto en la antigua como en la contemporánea a la redacción del diccionario, que no difiere en absoluto de la tradición precedente. Ahora bien, esta representación, aunque presente tanto en los lemas y definiciones (§3.2) como en los refranes (§3.3) y autoridades (§3.4), no se produce del mismo modo en todos los casos. En las definiciones, por lo general objetivas, apenas quedan resquicios de un discurso valorativo, sea en el texto o en su contorno, mientras que los refranes y los textos de las autoridades, como era de esperar, recrean en toda su dimensión el imaginario misógino más común hasta aquel momento. La modernidad de los primeros académicos alcanza, evidentemente, a la labor lexicográfica en esta forma de entender la definición, fuera de toda apreciación subjetiva, así como en la necesidad de mostrar las voces en el uso, al modo de las reclamaciones más actuales sobre la labor diccionarística (Álvarez de Miranda 2005). En cambio, la selección consciente de los refranes ‟más morales”, que, según hemos mostrado, continúan con el menosprecio por la mujer y con su
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