Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 1055 – Modernidad lexicográfica y tradición ideológica:… • Cristina Tabernero Sala anteriores en el retrato del ideal femenino –la ‟perfecta casada” de Fray Luis, por ejemplo–, que contrarrestaba la nómina de vicios que acompañaba naturalmente a la condición femenina. Belleza 10 , honestidad, prudencia, discreción 11 y buen gobierno de la casa serían cualidades que habrían de adornar a toda mujer 12 , que se contraponían a los defectos femeninos por excelencia: especialmente proclive a los pecados de lengua, la mujer resulta por naturaleza maldiciente, parlera y murmuradora (Tabernero 2019); es envidiosa, vanidosa y traidora 13 , causante del mal del Hombre y de los hombres –“Ya oigo contra nuestro asunto aquella proposición de mucho ruido, y de ninguna verdad, que las mujeres son causa de todos los males (Feijoo 1998: §I) 14 –, diabólica y mala por naturaleza 15 e inferior al género opuesto 16 , al que, como decíamos, ha de someterse. Al lado de las teorías misóginas, las más universales, no faltaron, sin embargo, voces que defendieron la igualdad de los sexos e, incluso, cierta superioridad, al menos física, de la mujer sobre el hombre –‟No por eso apruebo el arrojo de Zacuto Lusitano, que en la introducción al Tratado de Morbi Mulierum , con frívolas razones quiso poner de bando mayor a las mujeres, haciendo creer su 10 La belleza, sin embargo, atributo femenino por excelencia, se convierte a menudo en el origen de los males del sexo masculino (‟No es, pues, la hermosura por sí misma autora de los males que le atribuyen”, Feijoo 1998: §22). 11 La discreción, que normalmente se relacionaba con la inteligencia, era, como la belleza, motivo de alerta para los demás: ‟Mas, en fin, él decía que no había de fiar de ellas, y más de las discretas, porque de muy sabias y entendidas daban en traviesas y viciosas y que con sus astucias engañaban a los hombres; pues una mujer no debía de saber más de hacer su labor y rezar, gobernar su casa y criar sus hijos; y lo demás eran bachillerías y sutilezas que no servían sino de perderse más presto” (Zayas 2000: 300-301). 12 De hecho, desde la Antigüedad greco-latina la literatura ha exaltado las cualidades femeninas, como si de una diosa se tratara; a esta imagen contraponía el otro retrato, el de la mujer como criatura llena de vicios y defectos y causa de todos los males –‟A tanto se ha extendido la opinión común en vilipendio de las mujeres, que apenas admite [el vulgo ignorante] en ellas cosa buena. En lo moral las llena de defectos, y en lo físico de imperfecciones. Pero donde más fuerza hace, es en la limitación de sus entendimientos” (Feijoo 1998: §I)–. En realidad, las dos caras formaban parte de una misma idea: la concepción de la mujer como ser inferior al hombre, sobre todo en su capacidad intelectual –‟Llegamos ya al batidero mayor, que es la cuestión del entendimiento, en la cual yo confieso, que si no me vale la razón, no tengo mucho recurso a la autoridad, porque los Autores que tocan esta materia (salvo uno u otro muy raro), están tan a favor de la opinión del vulgo, que casi uniformes hablan del entendimiento de las mujeres con desprecio” (Feijoo 1998: §IX). Para estos aspectos, ver Sánchez Dueñas (2008: 93-115). 13 Ver Sánchez Dueñas (2008) para un recorrido por los textos literarios e Iraceburu, en prensa, para una interesante aproximación a la figura de la mujer en un género escasamente atendido hasta el momento en este sentido, las relaciones de sucesos. 14 Empleo la versión digital, sin paginar, de la obra de Feijoo (ver Referencias bibliográficas ), por lo que señalo el número de párrafo. 15 Los tratados médicos y filosóficos sostenían que la debilidad o ‟flaqueza” femenina procede de la frialdad vital durante la procreación. 16 Sobre la historia de la disputa de la desigualdad entre hombre y mujer, ver Bosch, Ferrer y Gili (1999).

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