Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II
– 1054 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier caracterizada en parte por la relevancia del papel de las mujeres (Demerson 1975), no fue, sin embargo, tan definitiva como para contraponer el siglo ilustrado al pensamiento común sobre la inferioridad femenina, firmemente asentado en las centurias anteriores (Bolufer 2006). Probablemente ni en la Edad Media ni en el Siglo de Oro las mujeres se comportaron tal como prescribían sus modelos (Juan Luis Vives, Fray Luis de León), ni el siglo XVIII representa un grado de liberalización de la mujer tan elevado como se pretende. Al tiempo que advertían contra los pecados que la tradición consideraba esencialmente femeninos 5 , los moralistas de los siglos XVI y XVII se preocuparon por extender un ideal menos observado por las mujeres de lo que en principio pudiera parecer 6 . De idéntica manera, tampoco la liberalidad achacada a la mujer del siglo XVIII y la ruptura con la época precedente hubieron de producirse tan abruptamente como se pretende; ambos fenómenos consistieron más bien, como en los siglos previos, en exageraciones que la literatura y otros medios se encargaban de difundir con el fin de dar pie a la reconvención contra los supuestos excesos de las mujeres, que debían regresar desde esta corrupción a una vida menos social y pública y más doméstica y familiar que la que se estaba imponiendo de la mano del mundo ilustrado, en especial en las últimas décadas de la centuria (Bolufer 2006 y 2007) 7 . Lo cierto es que tanto los usos sociales como los jurídicos medían de forma desigual el comportamiento masculino y femenino y se mantenían, en realidad, en una situación muy similar a la que habían padecido hasta entonces 8 . Recuérdese que, de acuerdo con una tradición arraigada, la mujer de los siglos anteriores debía obediencia al hombre y su cometido no iba más allá de las paredes de su hogar, de cuyo buen gobierno debía ocuparse; además, tenía que mantener su honra a salvo de murmuraciones ajenas, pues era ella la depositaria del honor familiar 9 . El recto cumplimiento de estas funciones había desembocado en los años masculino hasta entonces, como la Sociedad Económica Matritense, o la aparición de figuras como Josefa Amar o la condesa de Montijo. Ver también las distintas contribuciones sobre la mujer en el siglo XVIII recogidas en García Hurtado (2016). 5 De modo paralelo, la literatura ayudó a consolidar estos estereotipos de la mujer virtuosa y de la mujer pecadora (Sánchez Dueñas 2008). 6 Ver, por ejemplo, a las protagonistas de los pleitos por injurias (Tabernero 2018 y 2019) y, como retrato general, Vigil 1986. 7 ‟Aunque esto no revolucionara las costumbres, sí acarreó al menos una sensación de liberación respecto de una situación previa que se presentaba marcada por el oscurantismo y la inmovilidad” (Cruz 1996: 139). 8 De este modo, admitiendo que la liberación de la mujer en el siglo XVIII no representó un cambio abrupto, se entiende de forma más cabal el supuesto retroceso y la vuelta a la vida privada en el Ochocientos, que no pudo producirse al no existir la ruptura precedente –‟El liberalismo español, como el de otros países europeos, continuó relegando a la mujer en materia de derechos políticos y jurídicos” (Cruz 1996: 141). 9 Resulta extensísima, más en los últimos años, la lista bibliográfica que han abordado el papel de la mujer en el Antiguo Régimen. Ver para una relación los trabajos de Bolufer citados en este artículo.
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