Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II

– 1007 – Diccionarios, gramáticas y ciencia • José Manuel Sánchez Ron principales lenguas de [Europa] antes de venir [a Inglaterra…]; de estos catorce años he pasado seis sirviendo secretarías de legación […] He cultivado, como Ud. sabe, desde mi niñez las humanidades; puedo decir que poseo las matemáticas puras; y aunque por falta de medios he carecido del uso de instrumentos, he estudiado todo lo necesario para la descripción de planos y mapas. Tengo además conocimientos generales de otros campos científicos. De su aprecio por la ciencia da fe un ambicioso libro que publicó en Santiago de Chile en 1848. Lo tituló, Cosmografía o descripción del Universo conforme a los últimos descubrimientos , y terminaba la “Advertencia” inicial con las siguientes palabras (Bello 1957: 4): Me atrevo a esperar que este trabajo será de alguna utilidad a las personas de toda edad y sexo que deseen formar una mediana idea de las estupendas maravillas de la creación en el departamento científico que más en grande las presenta. Si no es este un curso de cosmografía bastante elemental para la juventud de nuestros colegios, me lisonjeo, con todo, de que podrá servir a los profesores que no hayan hecho un estudio especial de la astronomía; y creo también que los más de sus capítulos proporcionarán a los alumnos la ventaja de ver desenvueltas con alguna extensión las materias que ordinariamente se enseñan. Fue Bello, asimismo, un activo escritor de artículos de divulgación científica. A modo de ejemplo citaré de uno de esos escritos (Bello 1823; Latorre y Mendel 2018: 87): No olvidemos la magnífica escena del Nuevo Mundo, aquellas cordilleras agigantadas, aquellos ríos inmensos, que arrastrando sus tumultuosas aguas, van a blanquear el océano. A su margen se extienden bosques dilatados, entretejidos de bejucos, que colgando de los árboles, como de los cables y cuerdas de una nave, forman verdes bóvedas y toldos florecidos impenetrables a los rayos del sol. Allí, durante el ardor del mediodía, vienen a refugiarse los guacamayos, los brillantes chupaflores, las paraulatas, remedadoras, los merlos de melodiosa voz; mil enjambres de insectos zumban cerca de las lagunas y ciénagas, en que van a bañarse las dantas y báquiras. El caimán se arrastra lentamente a las orillas de los grandes ríos, y el crótalo agita el cascabel de su cola entre las gramas; mientras el cóndor y el zamuro levantan el vuelo sobre la región de las nubes, y respiran, como el guanaco y la vicuña, el aire puro de las cumbres nevadas. Hombre de acción, en modo alguno limitado a la, agradable pero no comprometida, mera contemplación o lectura, Bello se involucró también en alguna ocasión en tareas que podríamos denominar hoy de “política científica”. Muestra de ello es el informe que preparó sobre la célebre y benemérita Real Expedición Filantrópica de la Vacuna –también conocida como “Expedición Balmis”, en referencia al médico Francisco Javier Balmis (1753-1819), el promotor de la idea–, que recorrió entre 1803 y 1810 los dominios españoles en América y Filipinas con el objetivo de vacunar contra la viruela, que estaba causando

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=