Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 95 – Rubén Darío: el cuentista renovador de Azul ... • Jorge Eduardo Arellano Vi el vestido luminoso del hada, la estrella de su diadema, y pensé en la promesa ansiada del amor hermoso. Mas de aquel rayo supremo y fatal, solo quedó en el fondo de mi cerebro un rostro de mujer, un sueño azul . 7. “PALOMAS BLANCAS Y GARZAS MORENAS”: EVOCACIONES DORADAS DE ILUSIÓN JUVENIL De todas las piezas narrativas de Azul... , solo una es de índole autobiográfica, modalidad que reaparecerá en algunas otras como “La novela de uno de tantos” (1890), “Historia de un sobretodo” (1891), “El último prólogo” (1913) y “Mi tía Rosa” (1913). Hablo de “Palomas blancas y garzas morenas”: dos evocaciones de experiencias amorosas de la adolescencia del autor. Una: la revelación, en su casa leonesa de la Calle Real, de su prima Inés (Isabel Swan Darío, quinceañera blanca y rubia ); y la otra: su iniciación en Managua con Elena (Rosario Murillo Rivas), cogidos de la mano y sentados en el viejo muelle , debajo del cual el agua glauca y oscura chapoteaba musicalmente , frente al crepúsculo lacustre. Ambas lo marcarán para siempre. A propósito de Rosario trae a colación la frase bíblica en latín: “Mel et lac sub lengua tua”: Miel y leche hay debajo de tu lengua ( Cantar de los cantares , 4: 1); frase que reitera en su autobiografía (cap. XI) al evocar de nuevo esta segunda experiencia. Al respecto, Darío rememoró: “Todo en él es verdadero, aunque dorado de ilusión juvenil. Es un eco fiel de mi adolescencia amorosa, del despertar de mis sentimientos y de mi espíritu ante el enigma de la universal palpitación” 62 . La inicial relación con Rosario reaparecerá en “El humo de la pipa”: Era un lago lleno de islas bajo el cielo tropical. Sobre el agua azul había garzas blancas, y de las islas verdes se levantaba al fuego del Sol como una tumultuosa y embriagante confusión de perfumes salvajes. En una barca nueva iba yo bogando camino de una de las islas. Y una mujer morena, cerca, muy cerca de mí, y en sus ojos todas las promesas, y en sus labios todos los ardores, y en su boca todas las mieles. Su aroma, como de azucena viva; y ella cantaba como una niña alocada, al son del remo que iba partiendo las olas y chorreando espumas que plateaba el día […] Incluso en “Mi tía Rosa” (diciembre, 1913) recrea el idilio con su prima Isabel, la rubia a quien había sorprendido en el baño […], mi hermoso ángel de carne […], cuando celebraba el triunfo de la juventud y el amor, la gloria omnipotente del sexo, con todas las vibraciones diarias de mi sangre . El dariano chileno 62 Ibíd.

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