Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 81 – Rubén Darío: el cuentista renovador de Azul ... • Jorge Eduardo Arellano que obliga al poeta a sacrificarse para acceder a él. Recuérdese su confesión autobiográfica: La impresión que guardo de Santiago en aquel tiempo se reducía a lo siguiente: vivir de arenques y cerveza en una casa alemana para poder vestir elegantemente, como correspondía a mis amistades aristocráticas 25 . Mundo burgués que Darío ideológicamente rechaza y, años más tarde, denunciará no ya a través de una ficción sino en un ensayo 26 . No obstante, el fulgor del oro constituirá para Darío un recurso esencial de su narrativa. Recuérdense los tres títulos de sus intentos novelísticos: “El Hombre de Oro” (1897). “En la Isla de Oro” (1906) y “El Oro de Mallorca” (1913). En sus cuentos –comprueba el mexicano Gilberto Prado Galán– se advierte sin dificultad esa omnímoda presencia áurea, la cual consiste en una deliberada elección estilística que utiliza Darío con varias funciones: como elemento decorativo, metáfora viva y certera, símbolo de riqueza y portador de dignidad, relieve o prestigio. Citaré, únicamente veintiún ejemplos: el ephod de oro en “Hebraico”, las copas de vino de oro y las estrofas de oro en “El rey burgués”, el altar lleno de oro en “Carta al país azul”, el oro hirviente del champaña en “La ninfa”; el carro de oro , los bozos de oro y el enjambre de oro en “El palacio del sol”; los polvos de oro de “El fardo” (expresión muy frecuente en Hugo, Flaubert y Mendès), la emperatriz del oro y la roca de oro en “El rubí”, el oro sonrosado en “Palomas blancas y garzas morenas”, los triunfales días de oro en “La novela de uno de tantos”, las hebras de oro en “Betún y sangre”, los salmos de oro en “¿Por qué?”, los cuentos de oro en “Fugitiva”, el aire de oro de “Primavera apolínea”, las gloriosas trompetas de oro en “Prodigiosa historia de la princesa Psiquia”…; la carne de oro de mujer y la tortuga de oro en “Cuento de Pascuas”, más la voz de oro del artículo “Sobre Israel”. No solo azul (más de cincuenta veces se localiza este vocablo en su obra chilena) fue el predilecto de Darío. También oro , al que aludió en sus cuentos de manera obsesiva. Prado Galán puntualiza: “El oro aparece como metonimia, en los rayos del sol (y no es infrecuente la expresión el sol de oro ), en la cabellera rubia de infinidad de mujeres, como mención explícita con funciones y significados plurales que oscilan desde los más conocidos hasta algunos inesperados, y una larga lista de etcéteras” 27 . Y, volviendo a “La canción del oro”, admite que “es, sin duda, uno de los cuentos más impactantes de la obra de Rubén Darío y excede, con mucho, los elogios y los cumplidos rutinarios que en torno del polivalente significado de este metal se han vertido durante siglos” 28 . 25 Rubén Darío: Autobiografía . Madrid, Editorial “Mundo Latino”, 1920, p. 54 (vol. XV de Obras completas ). 26 Rubén Darío: “Los Raros (fragmento de la semblanza sobre Ibsen)”, en Obras completas. II. Crítica y ensayo. Madrid, Afrodisio y Aguado, 1950, pp. 477-478. 27 Gilberto Prado Galán: “El fulgor del oro en los Cuentos completos de Rubén Darío”. Anales de Literatura Hispanoamericana , núm. 32, 2003, p. 143. 28 Ibíd., p. 46.
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