Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 602 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier para estar seguros, los miembros de la sociedad, de que los significados de los vocablos que utilizan en su discurso individual corresponden a lo que el resto de la sociedad entiende. Es decir, la normatividad es un hecho inherente a la función social del diccionario. El tema de la normatividad en la lengua no ha sido todavía suficientemente estudiado y, sobre todo, comprendido 21 . Debido a la epistemología de la lingüística moderna desde Ferdinand de Saussure hasta hoy, la normatividad se ha visto como una imposición espuria al conocimiento objetivo de los fenómenos lingüísticos y su existencia en ellos persistentemente negada. Es necesario resaltar que la normatividad forma parte de la vida social en su conjunto, en cuanto que la vida en sociedad a la vez que delimita la libertad de cada persona, tiende a llevar a todos sus miembros a un consenso que les permita vivir juntos y darse a entender. De la misma manera en que las reglas de cortesía facilitan que dos personas dialoguen, que los reglamentos de tránsito ordenan el tráfico de vehículos en las calles de una ciudad, y que el derecho, en su conjunto, sea resultado de la necesidad de convivencia pacífica entre los miembros de una sociedad, la normatividad lingüística tiende a regular el uso de la lengua, ante todo, para facilitar el entendimiento y también para conservar y difundir las tradiciones verbales de cada sociedad. Se consulta un diccionario, en última instancia, para asegurarse de que las afirmaciones que hace cada miembro de la sociedad sean claras, precisas e interpretables por los demás. No es raro, debido al papel que tiene la normatividad en la vida social, que se interprete como prescriptividad, es decir, no como efecto de las acciones verbales que se producen en la sociedad, que orientan el entendimiento, sino como prescripción de lo que se debe decir . La prescriptividad, que es el grado extremo de la normatividad, procede de la creencia y, para algunos, de la necesidad de que haya criterios de corrección fijos, explícitos, codificados –como en la ley– por una institución autorizada para ello, generalmente autorizada por un gobierno. Es el caso de la Academia Española. A lo largo de los siglos y, sobre todo, por el espaldarazo real que recibió desde sus inicios, se ha venido concibiendo sus diccionarios precisamente como códigos de lo que está permitido decir. La interpretación prescriptiva del diccionario hace creer que solo lo que ha registrado tiene valor normativo y lo no registrado o es vicioso, o es barbarismo, o como suele decir la gente “no existe”. Por el contrario, la normatividad surge precisamente del seno de lo social; por el interés compartido de la intercomprensión, pero ni la limita ni la fuerza. La normatividad siempre es tendencial, variable e incontrolable 22 . El diccionario solo plasma las tendencias del uso de los vocablos y su variabilidad; es la sociedad o, aun mejor, cada 21 Véase el libro que le dedican a este tema James y Lesley Milroy. 22 Véase la recopilación de todas mis obras acerca de la normatividad en Obras I: Norma y normatividad , El Colegio Nacional, México, 2019.

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