Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 571 – Lexicografía y divulgación lingüística • Humberto Hernández existe de uno u otro modo, una actitud reverencial hacia el diccionario. El hablante sabe que allí están todas las palabras que él no posee y la certidumbre de que son buenas las que utiliza y el remedio de sus posibles dudas. Y necesita creer en él, no puede admitir que el diccionario lo engañe” (pp. 200-201). Pero no incidía Gregorio Salvador en la relación de estas actitudes reverenciales con el conocimiento más o menos acertado del producto reverenciado. David Crystal (1994:108) sí había llamado la atención sobre esta paradójica situación algunos años antes. En 1987, en el capítulo 18, “Dictionaries”, de The Cambridge Encyclopedia of Language , escribía lo siguiente 4 : En las sociedades de cultura básicamente escrita, la mayoría de los hogares posee un diccionario; pero se registra una enorme diversidad en cuanto a su uso. Algunos lo utilizan constantemente como una seria herramienta educativa, con el fin de mejorar su propio “potencial léxico” o el de sus hijos; otros lo usan sólo por diversión, como por ejemplo el árbitro de una partida de Scrabble (p. 64); y otros no lo usan para nada, y ni siquiera se molestan en cambiarlo si se ha quedado completamente obsoleto: no es infrecuente el uso continuado de diccionarios que tienen entre 10 y 20 años. Para ser un libro que en muchas culturas se contempla con un respeto sólo semejante al que se concede a la Biblia, es sorprendente que sus usuarios lo traten de manera tan informal. Cuando se les pregunta por los factores que determinan la elección del diccionario, la mayoría señala aspectos lingüísticamente irrelevantes, como el precio, las ilustraciones, o el tamaño (no entendido en número de entradas léxicas, sino en centímetros: si cabe en el estante de la librería o en un bolsillo...). Muchos esperan que un diccionario contenga información enciclopédica acerca de acontecimientos históricos, personalidades o lugares. Casi todos admiten que nunca se han molestado en leer el prefacio de su diccionario, en el que se explican sistemáticamente la estructura de la obra y las convenciones utilizadas en ella, de modo que son incapaces de decir qué significan las diferentes abreviaturas y símbolos empleados, o, sencillamente, por qué están ahí. La conclusión general es irrefutable: las mismas personas que mirarían con absoluta atención hasta los más pequeños detalles antes de comprar un coche nuevo no son conscientes del enorme poder que se esconde bajo la cubierta de su diccionario. Juan Carlos Moreno Cabrera (2004: 260) señala dos juicios (tópicos o prejuicios) relacionados con el diccionario: [Tópico n.º 78 ] . Las palabras que no están en el diccionario son incorrectas o no existen. 4 Transcribo por la edición española dirigida por Juan Carlos Moreno Cabrera, Enciclopedia del Lenguaje de la Universidad de Cambridge. Madrid, Taurus, 1994, p. 108.
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