Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 565 – Lexicografía y divulgación lingüística • Humberto Hernández responsabilidad en este sentido, como lo demuestra el que se haya consolidado un género ensayístico periodístico cuya principal función es la de ejercer esta tarea divulgativa, en el caso que nos ocupa por medio del que he denominado “artículo de divulgación lingüístico” (Hernández 2004) y que otros han denominado “columnas sobre la lengua”. 3. EL ENSAYO PERIODÍSTICO Y LA DIVULGACIÓN LINGÜÍSTICA Para contextualizar adecuadamente este género periodístico, es preciso que hagamos un poco de historia. Fue la progresiva alfabetización e incorporación a la cultura de grandes sectores de la población ocurridas a partir del Renacimiento las que facilitaron el acceso al conocimiento científico, que se generalizó con la aparición de la imprenta. Esta democratización del saber se potenció en el siglo XVIII, época de la Ilustración, y coincide, precisamente, con el auge y desarrollo del periodismo (Gutiérrez Rodilla 1988: 315-316). Desde entonces, el periodismo se convierte en medio difusor de la cultura –y del conocimiento–, función que se mantiene como una más que se suma a la finalidad informativa y a la de entretenimiento. Se daba, sin embargo, la paradoja de que, a pesar del interés que tenía para las distintas disciplinas la divulgación de sus progresos y descubrimientos, no había merecido esta actividad la atención de los científicos, quizá, porque la divulgación solía considerarse una actividad de importancia menor y los estudiosos apenas se preocupaban por tratar cuestiones de su disciplina en mensajes adaptados a situaciones comunicativas diferentes a la habitual comunicación con los otros miembros de su propio colectivo. La divulgación, como cualquier otro registro que exija un esfuerzo de adaptación a circunstancias no habituales, supone una habilidad lingüística no exenta de dificultad; esto se observa en la experiencia cotidiana del médico que encuentra grandes problemas para comunicarse con sus pacientes o la del especialista –jurista o economista, por ejemplo– que no consigue llegar a sus receptores. Con frecuencia la dificultad de la comunicación se atribuye a la complejidad de los contenidos y no a la falta de capacidad para adaptarse a estas singulares situaciones comunicativas. Pese a todo, se consolida el género “ensayo periodístico”, con las características con las que hoy todos lo conocemos: “escrito de divulgación en el que se aborda una materia de forma sugestiva y de tanteo”, según J. Martínez de Sousa (León Gross 1996: 162-163), y se establece definitivamente como “un género discursivo versátil (así lo define A. Chillón), adaptado a las exigencias de espacio, tono y audiencia característicos de los periódicos y magacines de la época. Mariano José de Larra, por ejemplo, fue un cultivador excepcional de este género y el responsable de su adaptación a los periódicos españoles en forma de artículo social o político”.

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