Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 559 – De la mente al origen del lenguaje • César Hernández Alonso así como los conductos bucales reconstruidos de algunos antropoides, restringe esa capacidad. Así pues, la anatomía de la producción del habla, la capacidad codificadora y ciertos mecanismos neuronales son específicos de la naturaleza humana. El chimpancé, al igual que los niños recién nacidos, tienen unos conductos vocales que les impiden emitir los sonidos [a, i, u], por ejemplo, pues disponen de un sistema resonante de tubo único; mientras que el sistema del hombre adulto es acodado. La formación de ese tipo de conducto vocal supralaríngeo fue decisiva para la especie, para la sociabilidad e intercomunicación, para el nacimiento del hombre. En el principio de la especie parece razonable que los gestos posturales o faciales se acompañaran de señales orales, con determinados significados, pues esta combinación se percibe, entre otros, en los chimpancés. Más adelante, el sonido supliría ese proceso manteniendo el significado de lo oral. Por otra parte, la primitiva relación entre emociones y expresión facial se ha visto extraordinariamente modificada por el aprendizaje. Bajo el control de córtex, según dicen S. L. Washburn y R. Moore 10 , los seres humanos pueden aprender fácilmente expresiones faciales, distinguir su adecuación a las distintas situaciones y controlarlas. El animal puede ejercer una función comunicativa rudimentaria y una función expresiva de emociones. Koeler admite que existen conceptos universales, comunes a animales y hombres, como el de cantidad numérica (han llegado a hacer que algunos chimpancés cuenten hasta 3 y 8), o el de espacio (caso de las abejas). Para Cassirer, solo la emotiva es propia del animal. A lo más que aparentemente puede llegar el animal es a un burdo sistema de gestos y a una elementalísima forma de deixis. Pero no es capaz de la función conceptual, de abstraer, de significar, de dar nombre a las cosas y de combinar esos nombres. Esa función representativa a través del lenguaje es específica del hombre, así como la capacidad de combinar y permutar los conceptos nominados. Igualmente, algo privativo del ser humano es la función metalingüística: solo él es capaz, insistimos, de pensar su pensamiento, de hablar de su hablar, de utilizar el lenguaje como instrumento de reflexión sobre él mismo. Comprender qué es y cómo funciona el lenguaje y las lenguas exige no solo una capacidad de hablar, sino de discurrir, de pensar, de abstraer. Es muy probable que en la evolución de los homínidos hubiera un momento –un momento de millones de años– en que el sistema fuese adquiriendo flexibilidad, a partir de un prelenguaje, hasta llegar a convertirse en el lenguaje humano. Considerando que la esencia del lenguaje humano es un sistema combinatorio múltiple y complejo, tal vez pudo nacer así: Si en un momento determinado e interminable A B C D significó ‘comida’, y E F G H ‘peligro’, 10 Del mono al hombre , 1987.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=