Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 555 – De la mente al origen del lenguaje • César Hernández Alonso quiere decir que no es el tamaño del cerebro lo que explica nuestra capacidad de pensar y sentir, sino su complejísimo funcionamiento. Se ha repetido insistentemente que nuestro cerebro consta, a su vez, de dos: uno viejo, heredado de la posible fase evolutiva del reptil y otro nuevo, el córtex, zona de asociaciones situada básicamente en el lóbulo frontal, que es extraordinariamente complejo y dinámico por el número de células que lo forman, por sus conexiones y las circunvoluciones; ahí reside básicamente nuestra capacidad de pensar y razonar. El desarrollo del lenguaje en el ser humano a partir de una predisposición genética, coincide con el desarrollo del pensamiento abstracto, y ambos progresan a la vez. En los primeros momentos, hacia los dos años de edad, lo hacen de manera muy elemental, pero gradualmente sin interrupción. Como hemos apuntado en otros lugares, el hombre no se comunica solamente con la palabra, con el lenguaje verbal. Ese es solamente el soporte básico de todos los demás lenguajes superpuestos. El verbal, obviamente, se plasma en el llamado ‘código de la palabra’, al que se superponen los códigos suprasegmentales (tono, timbre, ritmo, intensidad,..) que complementan y aun en ocasiones pueden anular, el mensaje del código soporte. Un mismo enunciado, por ejemplo: Sí, te creo puede ser asertivo o negar radicalmente lo que se escucha (=no te creo) según el tono que apliquemos. Y a esos códigos del lenguaje oral se superponen unos códigos para-lingüísticos, como el cinésico (gestual, corporal, facial, visual, de brazos, manos,…) y el proxémico (de distancia, movimientos de proximidad, alejamiento, postural,…). Es decir, que nos comunicamos corporalmente, nuestra comunicación es vital en su conjunto, informativa, expresiva y conativa a un tiempo. Cualquier gesto o movimiento manifiesta alegría, satisfacción, euforia; y otro distinto, lo contrario. El lenguaje en su plenitud es la ventana por la que nuestro ser y nuestras vivencias se muestran al exterior; es el respiradero de nuestra libertad y liberación, pues con él descargamos nuestras tensiones psíquicas, nuestras pulsiones, nuestras inquietudes, pensamientos y afectos. De ahí la función catártica, de liberación, inseparable de nuestra actividad lingüístico-comunicativa: Al recibir un golpe fuerte gritamos y aun pronunciamos un exabrupto, que habitualmente no proferimos; si sufrimos la pérdida de un ser querido o vemos cómo sufre un grave accidente ¿no se nos escapan frases ‘gruesas’ social y estéticamente poco recomendables, que son la manifestación de una explosión psíquica? O pensemos ¿en qué consiste básicamente, desde un punto de vista psico-comunicativo, la confesión en la religión católica, o la de los judíos ante el muro de las lamentaciones, sino en una catarsis o liberación a través de la comunicación, con o sin receptor presente, por la que la mente se descarga y siente alivio? O ¿cuál es la táctica inicial de psicólogos y psiquiatras en el tratamiento de sus enfermos sino el lenguaje, la conversación, la introspección a través de él?. Y cuando nos agobia un problema, o nos desazona un secreto o una situación emocional difícil, ¿no buscamos a alguien íntimo o de total confianza con quien sincerarnos y compartirlo? Evidentemente, la introversión es perjudicial y pocas veces resuelve aquello que nos angustia.

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