Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 551 – De la mente al origen del lenguaje • César Hernández Alonso Y estos mensajes, que el ojeador transmitió en ausencia del objeto designado /(bisontes) fue comprendido por los miembros del grupo. Es decir, que el mensajero estaba acostumbrado a memorizar signos, a comunicarse con ellos aun en ausencia del objeto referente. O sea, a formar un concepto-idea memorizándolo y reconocible por signos verbales-cinésicos. ¡Voilà! Ya estaba recordando y repitiendo conceptos formados por signos semiótico-verbales. La necesidad había provocado el maravillosos milagro de la simbolización , eje de toda comunicación y convivencia. Apartir de ahí, con un prelenguaje memorizado, practicado en el grupo, aumentado por otras necesidades vitales, fisiológicas, etc. fue creándose muy lentamente un lenguaje suficiente para todas las necesidades grupales. Y ¿cómo no? Tras la cacería exitosa, pero con heridos y quizás alguna ‘baja’, en el descanso del grupo, mientras se curtían las pieles del gran bisonte y se cocinaba algún de sus partes, se rompían los huesos para comer el tuétano, alguno de los miembros del grupo, experimentado en el oficio, habría preparado la mezclas de polvo necesarios para iluminar los colores al dibujar la escena en alguna de las protuberancias o salientes de las paredes de la cueva, su hábitat, evocando y plasmando algún momento de la cacería; tal vez un grupo de bisontes u otros animales corriendo en tropel, alguno de ellos herido por las flechas. Lo que quiere decir que estaba plasmando una escena fijada en su mente, muy superior y compleja a cualquier ideograma; es decir, pintaba imágenes de los imágenes mentales, con una luz tenue, pero suficiente, de unas rústicas antorchas. Tal vez en su mente bullía otra idea: que si plasmaba aquello en la piedra rocosa, eso les daría más suerte en futuras cacerías; y aun es posible que al verlo sus congéneres analizaran nuevas tácticas de ataque y captura. Ya no solo hablaban del episodio, sino que algún ‘especialista’ plasmaba imágenes mentales, simbolizando los recuerdos, y probablemente verbalizando el episodio. Es decir, realizando, al menos, una doble abstracción. Transmitir simbólicamente tareas, esfuerzos, comentarios de un grave episodio, pintando con una incipiente técnica de perspectivas, de transformar imágenes pluridimensionales en otras bidimensionales, con elementales recursos de líneas u colores, exige un nivel alto de simbolización, de abstracción. Únase a esto que los congéneres que vieran aquellos dibujos, además de sonreir al rememorar los hechos, añadían un tercer nivel de abstracción, convertían una imagen bidimensional (por la visión) en otra tridimensional ( imaginar el objeto pintado) como realidad; que a su vez podrían transmitir verbalmente (cuarta abstracción ) a otros miembros del grupo 6 . Estamos viendo, pues, que la mente recrea ideas percibidas sensórea y verbalmente; y que a partir de ahí el pensamiento de lo no-presente, de lo memorizado y simbolizado, puede expandirse y, sobre todo, transmitirse. He ahí la esencia de un lenguaje pleno, suficiente para vivir y sobrevivir, el mejor 6 Véanse desde estas perspectivas las pinturas de diversas cuevas de Cantabria; especialmente El pendo y Altamira.
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