Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 541 – Leonardo Padura y el lenguaje… • Ana María González y Nayara Ortega 4. ANÁLISIS DE LAS OBRAS 4.1 Otra vez… Mario Conde Vientos de cuaresma (1994) es la novela que cierra la tetralogía “Las cuatro estaciones”. Deviene interesante no solo por la intriga que resulta del homicidio que narra y el gancho que esto crea para los lectores (con facilidad se puede leer en un día), sino también por su protagonista, Mario Conde, un policía que Padura “aterriza” en todo momento, un hombre hijo de su época y de su país, representante de un pensamiento indudablemente cubano. En consecuencia, su autor deja aquí una obra en la que priman los diálogos, momentos en los que es posible encontrar características lingüísticas que bien pudieran servir para caracterizar el habla general del cubano. En primer lugar, la costumbre de poner epítetos a casi todos sus personajes, lo que lo exime de hacer extensas descripciones físicas. Así, por ejemplo, denomina a algunos de los personajes que intervienen en esta historia: “el Flaco” Carlos, Mario “el Conde”, Miki “Cara de jeva”, Coronel Rangel “el Viejo”, Candito “el Rojo” . Como lectores este recurso nos basta para imaginar y conectar rápidamente con ellos. Una realidad lingüística que Padura extrapola a sus novelas, pues en Cuba, y sobre todo en ese periodo de los años noventa, las personas eran muy dadas a formular apelativos o “nombretes” por los que serían recordados sus propietarios, muchas veces, dejando en el anonimato su verdadero nombre 2 . Como en toda la producción novelística de este escritor, y sobre todo en la serie de Mario Conde, se percibe constantemente su intención de retratar al cubano tal cual, con sus costumbres, sus comidas típicas, sus miedos e incertidumbres y, por supuesto, su manera de materializar todas estas esferas de la vida a través del lenguaje. Prolifera la norma coloquial, la cercanía lingüística entre interlocutores, la etimología popular y esos parlamentos tan cercanos a la realidad que podrían representarse de manera cinematográfica en la mente de lector. De esta forma, abundan las palabras mal sonantes ( puta; cabrón; coño; carajo; cojones; mierda; maricón ), dando fe quizás de lo “mal hablados” que pudieran ser los cubanos en ciertas circunstancias. De manera ingeniosa, este autor no hace un uso injustificado de ellas. Al contrario, las utiliza para lograr tensión dramática en algunas escenas, para despojar a los personajes de toda frivolidad o hieratismo, para no esconder el realismo sucio que también es parte del país donde nació y de sus coterráneos. 2 Es muy normal en Cuba que, al preguntar por alguna persona, los interrogados recuerden cómo le dicen, pero no cómo se llama. Resulta común que personalidades, músicos, actores o actrices trasciendan por sus respectivos epítetos, obviando en la mayoría de los casos el nombre propio correspondiente.
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