Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 54 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier Aquel neologismo médico (vuelvo al sustantivo) iba a arraigar en español, bien que lentamente. Dejando al margen un texto anómalo del que luego me ocuparé, lo encontramos de nuevo en 1753, en el “Discurso sobre la utilidad del estudio de las Buenas Letras”, pronunciado el 30 de octubre de 1753 ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras por SebastiánAntonio de Cortes. Se trata de un empleo figurado, pero no deja de aparecer una referencia a los suizos: A la verdad no puede llamarse hombre de letras aquel que, reducido a un estudio solo, apenas sale fuera de sus lindes, ni sabe hablar, ni explicarse. Los ingenios, o por mejor decir los caprichos, que se aligan a esta miserable unidad de conocimientos, luego que ponen el pie en Provincia estraña padecen cierta especie de Nostalgia literaria que los obliga a sufrir una triste modorra y melancolía, aunque el clima sea más delicioso y ameno que el de su propio país. También se encuentran en el Orbe literario algunos Suizos infatuados de esta endémica manía ( Memorias literarias de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras , I, Sevilla, 1773, pág. 16). El Diario de Madrid del 9 de noviembre de 1788 publica un artículo titulado “Noticia, síntomas y curación de la enfermedad llamada Nostalgia , padecida por algunos y no conocida de muchos”, firmada por “D. P. A. S. G.”. Seguimos, desde luego, en el territorio de la medicina, pero se diría que el texto preludia la posible salida de la palabra, como acabará sucediendo, de dicho ámbito: La Nostalgia, pues, no es otra enfermedad ni achaque sino una natural tristeza, una genial melancolía, un afecto hipocondríaco del ánimo y del corazón, una displicencia de la voluntad, un desafecto de la sociedad, un disgusto del trato, una inquietud de la fantasía y, por decirlo de una vez, es una fuerza y un deseo activísimo que todo extranjero tiene por la mayor parte de volverse a su tierra, y a su casa y familia, singularmente si en ella ha dexado lo que ama y no lo logra en la forastera. Esta ardiente inclinación se hace más viva y aun pasa a ser verdadera enfermedad quando el extranjero halla mayores obstáculos e inconvenientes de restituirse a su país, bien sea por haber salido desterrado o huyendo de él, o acaso porque en el forastero en que habita no se le conceda la libertad. En la última década del siglo lo encontramos de nuevo en un par de textos médicos: “la nostalgia, muy impropiamente llamada enfermedad del país , pues no se causa por el país donde uno se halla, sino por el deseo de volver a ver a aquel de que se ha salido, esto es, nuestro propio país” en la Medicina doméstica (2.ª edición, 1792, tomo III, pág. 242) de Guillermo Bucan, traducción de Pedro Sinnot; y “la nostalgia o enfermedad del país” en Del influxo de las pasiones del alma en las enfermedades (1798) de C. J. Tissot, traducción de Francisco Bonafón (pág. 280). El texto de Martínez Salafranca, el primero en que nostalgia aparece escrita en español, es, recordémoslo, de 1736. Pues bien, solo tres años posterior es otro en que la palabra parece afectada por una errata –lo que no es extraño ocurra tratándose de una voz novedosa–, pues “noitalgia” es lo que leemos en
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