Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 531 – Las endechas a la muerte de Guillén Peraza y el Otoño... • María Eugenia Góngora discusiones sobre su autoría, la tradición ha atribuido a Aristóteles la reflexión sobre la melancolía en sus Problemas : ésta sería una calidad del genio, “de los hombres excepcionales” (Aristóteles 2007: 79). En la temprana Modernidad europea y al menos hasta el siglo XVII, se consideró la melancolía como un estado en el cual el ser humano es extremadamente susceptible a recibir las variaciones del ánimo, de los colores, los gestos o las palabras. El melancólico puede encontrarse en un estado propicio a la creación y al mismo tiempo, paradojalmente, la misma bilis negra (o melancolía) puede llevarlo a la paralización de toda iniciativa que requiere de energía, dada la tendencia del melancólico a esperar más la derrota que el triunfo de sus empresas 10 . El melancólico puede ser el genio dotado de una clarividencia por encima de la media y, al mismo tiempo, muy consciente de su finitud. En definitiva, como escribió Robert Burton, profesor en el Christ Curch College de Oxford, en su célebre libro Anatomía de la melancolía (1621), las causas de la melancolía pueden ser tanto el ejercicio físico inmoderado como, por otra parte, la soledad y el ocio; el ocio aparece a menudo como la causa principal de la misma y la actividad moderada como el mejor remedio (Burton 2006: 121-132). En los siglos posteriores y en el contexto de los grandes cambios sociales y políticos de finales del siglo XVIII y del siglo XIX, el concepto de melancolía adquirió un nuevo cariz, quizás más asociado a la nostalgia por un mundo premoderno, perdido ya o a punto de ser absorbido por el proceso de industrialización en marcha. En ese contexto podemos quizás comprender a los poetas y los pintores románticos y postrománticos de toda Europa, quienes empezaron a considerar la melancolía como un estado del alma individual, un bien necesario y desdichado al mismo tiempo. En ese mismo contexto histórico, recordemos, surge el intento (desde los estudios de filólogos e historiadores) de recuperar los ‘orígenes’, es decir, esa Edad Media imaginada por algunos como el ‘paraíso perdido’ de los pueblos europeos. Y fue a finales de la Edad Media, en el siglo XV, (en ese ‘otoño’ estudiado por Johan Huizinga y asociado desde antiguo con la melancolía y la bilis negra, de acuerdo a la teoría de los humores), cuando surge también el tema de la melancolía en la poesía cortesana. Así por ejemplo, en la poesía del príncipe y poeta Charles d’Orléans (1394-1465), prisionero por muchos años en Inglaterra. Charles d’Orléans se declara “estudioso de melancolía” y esa figura aparecerá reiteradamente y en diversos contextos en sus poemas, así como la anciana y desgreñada Melancolía aparecerá una y otra vez en el texto y en las ilustraciones 10 En el grabado Melancolia I de Alberto Durero, se conjugan estas dos facetas de la melancolía: “Un genio con alas que no va a desplegar, con una llave que no usará para abrir, con laureles en la frente pero sin sonrisa de victoria”, como define el grabado Ludwig Bartning, en Raymond Klibansky, Erwin Panosfsky y Fritz Saxl, en su libro Saturno y la melancolía . Madrid: Alianza Editorial 1991, p. 309

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=