Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 482 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier “escritor al día” ha de quedar, en todo caso, bastante menos que el rastro de un pájaro en el aire” (Gómez Carrillo 1919: 710). Su compañero Azorín, dejó escrito en la postguerra que Burell había sido un amigo y un aliado de los escritores del 98. Al mismo tiempo recordó los últimos años de vida, que le impidieron pronunciar su Discurso de ingreso en la RAE: “En sus postrimerías está Burell retraído, enfermo. Durante el periodo indicado es Burell, en la grey periodística, la más alta representación del periodismo brillante , oratorio. El estilo brillante , en la época de que hablamos, es en realidad oratoria” (Azorín 1951). También evocaba el carácter de periodista militante y hombre de acción en el parlamento. Pasó por muchos periódicos ( La Opinión, El Imparcial, El Gráfico , La Época, El Nuevo Heraldo o El Mundo) , pero fue en El Progreso donde se fraguó su estilo de periodista literario. En las páginas de El Heraldo de Madrid se encuentra ya el autor maduro, que sobresalía entre los demás redactores. En el Diario de sesiones del Parlamento (25 de febrero de 1919) se lee que era un demócrata fervoroso, de espíritu abierto “a las más radicales aspiraciones e inclinado a las grandes reformas progresivas. No se olvidará nunca su amor al sistema constitucional y parlamentario, cuyas esencias conocía y manejaba con la seguridad y el acierto de las grandes figuras que nos precedieron en esta tribuna, en la cual llegó el Sr. Burell a ser uno de los primeros oradores”. El Presidente del Congreso de los Diputados terminaba con estas palabras: “Con acierto y con aplauso universal lo llamó la Academia Española a su seno”. Por mediación de Burell, desde el curso 1910-1911 se le abrieron a la mujer española las puertas de la Universidad. También fue un gran mecenas y un protector de los jóvenes escritores. Había tenido una extraordinaria formación y empezó a escribir y publicar muy pronto. No vivió más allá de los sesenta años, pero dejó una obra imperecedera, todavía desconocida en parte. Vivió en pleno periodo de la Restauración política y el liberalismo monárquico (Sánchez Illán 2010: 49-64). Creía en el regeneracionismo y defendía la democracia. Cambió el veneno sutil del periodismo por la vida parlamentaria. Imaginó la visita misteriosa de Jesucristo al Café de Fornos en los últimos años del siglo XIX. Literatura y actualidad se repartieron el contenido de sus columnas. Sus editoriales no requerían firma para ser identificados. A veces, escribió con seudónimos ( Incógnito, César de Cuéllar, El bachiller Iznájar , etc.). Su pluma tiñó el periodismo de matices literarios. El idioma fue una preocupación acuciante para el redactor de prensa, acosado cada día por la urgencia del cierre de la edición. La notoriedad de su estilo lo condujo al reconocimiento oficial. En palabras suyas, la elección para académico de número en 1916 era el mayor honor de su vida. Burell en laAcademia no podía más que evocar la crónica irreal de Jesucristo en Fornos. Fue un gran aldabonazo en el mundo de la prensa, que compartía la gloria del reconocimiento en la persona del compañero y maestro. En el primer tercio del siglo XX los medios de comunicación mostraban de manera ostensible que la lengua de la prensa vivía un tiempo nuevo. Los
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