Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 45 – Cadencias conclusivas en la música de la prosa • Eliana Albala 331), en cambio, no habla de silencio pero sí de “pausas” y de sus diferentes duraciones: inflexiones melódicas puramente respiratorias, inflexiones melódicas por razones lógicas, y –lo más importante– inflexiones melódicas por necesidad artística, expresiva. Finalmente agrega que puede parecer paradójico decir que las pausas separan y unen al mismo tiempo, “mientras desempeñan un papel fonológico de gran importancia”. Papel que ninguna de las siete fonologías (Ver bibliografía) consultadas por mí incluye en sus materias. ¿Dónde se halla el silencio que nos suscita la forma gráfica del párrafo? ¿Es o no equivalente a la forma gráfica del verso? Cuando termina el párrafo –del mismo modo que cuando termina el verso– queda un blanco en la línea del papel. Por supuesto que hay que aceptar la diferencia de los dos tamaños. La poesía siempre escueta, abreviada, y la prosa –que nació de lo conciso de la poesía– abre el abanico que en el verso se encontraba cerrado. Pero a su vez, en el párrafo crece un poco más debido a la sangría de la línea siguiente. No me parece exagerado sostener que la forma gráfica del párrafo es igual a la forma gráfica del verso. Lo cual es verdad. Solo que –a pesar de la semejanza– en el párrafo se adicionan dos diferencias importantes: la facultad de expresar la conclusión de una idea, y la colocación del punto final. En cambio, en el verso, el cierre del tema se produce cuando termina la estrofa. A pesar de esta diferencia sigo pensando que gráficamente verso y párrafo son de algún modo equivalentes. De algún modo hermanos gemelos debido a que no solo se produce entre ellos un tipo de identidad formal, sino también funcional en lo que se refiere –en ambos casos– al lugar en que se coloca la rima, porque ahora sabemos que la última palabra del párrafo está en posibilidad de rimar con algunas palabras colindantes, cercanas, o no muy alejadas, escritas un poco más arriba. Por tanto, en ambos casos, la rima que precede al espacio en blanco está adherida a él de manera inmediata. Apropósito de esta contigüidad me pregunto por qué no tomamos en cuenta ni escuchamos claramente la rima que en un poema, de manera casual, se produce al comienzo o al centro del verso (la llamamos rima interna). Si el espacio en blanco significa silencio, podemos concluir que solo el silencio va a permitir que la rima se apropie de él y lo rellene y lo colme de tal manera que la música de la rima tenga todo el espacio necesario para seguir sonando. Es curioso que Tomás Navarro Tomás (1971: 29-31) después de dedicar tres páginas a la rima no nos diga nada sobre esto. Y que tampoco lo haga la RAE (2011: 513-518), único libro de fonética y fonología –consultado por mí– que dedica dos páginas a la rima asonante, con una lista de conjuntos vocálicos (desde ä-a hasta ü-o); y unas pocas líneas a la rima consonante solo por medio de algunos ejemplos; descripción de lo que ya conocemos, sin ningún desarrollo realmente fonológico. Reitero que la prosa –solo a través de la estructura gráfica del párrafo– consigue el mismo espacio que la poesía. Espacio que –en el caso exclusivo

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