Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 446 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier de Usunsolo ( Biscaya y zucedido ), y otros muchos lapsus en su escrito: ase ‘hace’, esza ‘esa’, necsesario , çuceder , etc., o los de Gonzalo de Madalén, de Guernica: ce ‘se’, deceada , deceo , fuece , ynbiace (1999: 109-122, facsímiles XVII y XVIII). Más casos de vascuences “seseantes” he documentado, incluso en la original y valiosa crónica de fray Martín de Murúa. Me detengo en esta cuestión porque, como hace tiempo advertí (1989: 291, 309), a Claudia Parodi en su análisis de unos pocos escritos notariales dados en México poco después de su conquista, para abordar los orígenes del español americano, aún se ocupaba de las “distinciones” de eses sordas y sonoras, y le extrañaba encontrar confusiones de s y c-z en escribano norteño, que precisamente era vascongado; y Fontanella de Weinberg sobre esta misma cuestión llegó a la peregrina explicación de que “el medio americano… ocasionó la erosión de los contrastes de sibilantes en muchos hablantes procedentes de zonas distinguidoras. 5.4. El americanismo lingüístico basado en documentación es reciente, todavía a finales de los sesenta del pasado siglo, pero la especie se mantuvo algún tiempo más, en el círculo pidaliano se predicaba que a finales del XV el çeçeo-zezeo era “fenómeno lingüístico profundamente arraigado”, y era artículo de cabecera Sevilla frente a Madrid de Menéndez Pidal, aún circulante, que en su misma formulación chirría y no es sobre documento fidedigno y bien interpretado; como del todo chocante es la evidencia de cuánto se ha tardado en abordar la diacronía del canario (Frago 1996), dialecto en este aspecto aún desconocido en colectivo manual de historia del español ocho años después publicado. Aunque el nudo gordiano de esta problemática radicaba en la situación del andaluz, cuyas hablas, dije, “a semejanza de un imaginario Jano lingüístico, por un lado miran a las tierras peninsulares de las que les vino el ser, y de otro lado aparecen íntimamente entrañadas en la posterior expansión atlántica de la lengua española” (1993: 8). La consideración de su identidad histórica chocaba con la doctrina de la Escuela de Madrid y el empecinamiento de sus epígonos, empeñados en sostener un reajuste consonántico “cantábrico” lentamente extendido hacia el sur, en fechas tan tardías que hacen imposible cuadrar científicamente la evolución andaluza con la inicial historia del español ultramarino. De hecho, hallo que en la edición del Quijote que lleva el sello de la RAE se afirma la “crisis” en que estaría la pronunciación antigua a principios del XVII (2019a: 380-382), y en 2011 la amisma Academia admite un “subsistema” del seseo, porque la reducción de sibilantes “que había tenido lugar en Sevilla y en otras zonas de Andalucía” ya estaba vigente “en el momento de la extensión del español por territorios americanos” (2019b: 948-949). Esto tendría que suponer el abandono de la teoría “cantábrica”, pero lo citado se dice sin la necesaria precisión, sin indicar si, por ejemplo, esa “reducción” incluye también el resultado de una sola /s/, que desde hacia tiempo se había dado en todo el castellano y en aragonés, y si es única cuestión de las consonantes implicadas en el fenómeno del seseo; tampoco ni mucho menos correspondiente a “finales del siglo XV”, porque semejante serie de transformaciones consonánticas no se da, o no triunfa socialmente, en cosa de pocos años. Efectivamente, en el
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