Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 44 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier rasgos de estilo; y por eso le fue –inconscientemente– necesario agregar nada menos que cuatro rimas consonantes: “andado”, “alzado”, ”acercado”, “cerrados”; rimas en las que además se incluye la asonancia de la palabra “mano”. Y no habría, tampoco, que olvidar –como sonido insistente ya no precisamente como rima– la repetición de dos frases casi exactas: “a él tendido boca arriba”, “a él boca arriba”. En suma, un final de premio totalmente acorde con las exigencias de la Estilística, cuya cadencia conclusiva invita a un merecido aplauso. Por último, junto con esta demostración concreta de la tendencia melódica de los cierres, de las clausuras de Cortázar, conviene recordar su concordancia absoluta con lo que él mismo dice sobre ese impulso final, ineludible, envuelto en una pulsación de tipo musical, copiado más arriba. EL VERSO Y LA PROSA: DISEÑO GRÁFICO Y SILENCIO Paso, por el momento, de la prosa a la poesía. A la rima de la poesía. Sus líneas, que se llaman versos, si se quiere, pueden no estar rimadas. Pero si lo están, hay asonantes y consonantes, continuas o alternadas, cruzadas o abrazadas, colocadas en versos más cortos o más largos. Pase lo que pase en el tamaño o en la rima del verso, hay siempre en los versos un diseño gráfico. Fenómeno que se produce de manera invariable porque –fuera de muy pocos casos extraordinarios– el tamaño del verso más largo no toma nunca todo el espacio de margen a margen. Y –por lo tanto– siempre queda un blanco. Ahora bien, la pregunta es cómo interpretar musicalmente ese blanco. ¿Realmente entre ese espacio y el verso siguiente se produce una pausa, un pequeño descanso? Estamos acostumbrados a considerar toda la puntuación como la música del texto; estamos acostumbrados a hacer pequeñas o mayores pausas a causa de un punto, de una coma; y también sabemos que al recitar un poema de muchos versos, no los leemos de corrido, como si fueran líneas gráficas de prosa sino que damos a entender –de alguna manera– que hay un pequeño corte entre cada uno de ellos. De otro modo, romperíamos el ritmo del poeta. Aquí desembocamos nuevamente en la duda de qué nombre poner a esa leve ruptura que se produce a causa del espacio en blanco que viene inmediatamente después de haber colocado la rima. En Oralidad y escritura , Walter Ong (1997: 101-111) afirma que todo texto escrito implica vista y sonido y según él: “El espacio tipográfico influye no sólo en la imaginación científica sino también en la literaria […] donde la psique lo percibe como silencio” (1997: 110). Ahora bien, si nos desplazamos de lo gráfico del verso a lo gráfico de la prosa, lo primero que nos llama la atención es la forma típica del párrafo. La vista es a menudo engañada, pero el oído sirve de garantía. Según Walter Ong (1997: 101) experimentamos la lectura como una actividad visual que suscita lo fónico, lo audible, y hasta la resonancia de la melodía. Gili Gaya (1961: 330-

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