Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 430 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier A semejante argumento histórico recurriría Bernal Díaz del Castillo (CCVII) en defensa de iguales intereses personales y de casta, en la parte textual posterior al relato cronístico de la conquista, escrito esto más tarde que la carta de Terrazas: Y demás desto, cuando el rey don Jaimes de Aragón conquistó e ganó de los moros mucha parte de sus reinos, los repartió a los caballeros y soldados que se hallaron en los ganar, y desde aquellos tiempos tienen sus blasones y son valerosos; y también cuando se ganó Granada y del tiempo del Gran Capitán a Nápoles, y también el príncipe de Orange en lo de Nápoles, dieron tierras y señoríos a los que les ayudaron en las guerras y batallas. 2.1.2. Varias coincidencias con las ideas y posturas de Terrazas manifestaría poco antes en sus cartas familiaresAlonso del Castillo Maldonado, hidalgo salmantino y uno de los cuatro de la fama supervivientes del larguísimo peregrinaje desde la Florida a Culiacán, en la primera de las cuales, de 1537, lamentaba no haber podido ir a España a “pedir de comer” por sus servicios a la Corona como “capitán de gente” y por los sufrimientos de años padecidos hasta llegar “a tierra de salvamento” en la Nueva Galicia, a causa del matrimonio que el virrey don Antonio de Mendoza le propuso con doña Leonor, joven viuda del conquistador Juan Ruiz de Alanís, a quien Cortés había concedido la encomienda de medio Tehuacán. Desde entonces son continuas sus protestas de permanencia en Nueva España para “levantar casas y labranças”, “tener eredades y labranças y ganados” y “aumentar esta tierra”, pues “quiero perpetuarme en la tierra” y “porque es tierra nueva, conbiene que se multiplique”, de pobladores, claro está. De hecho, a su cuñado le recuerda en esta misiva “que me fue forçado enpeñar lo de Monterruvio en dozientos castellanos de oro… para conprar un cavallo y un negro”, parte de su herencia familiar, mientras dice vivir en gran necesidad en América, “que me estoy muriendo de anbre”. E insistirá en la de 1538 “pidiéndole por merced me enbiase dos negros, un negro y una negra”, insistencia que acabaría siendo exitosa, pues en mayo de 1541 el Consejo de Indias le concede permiso para que los dos esclavos pudieran hacer la Carrera de Indias. Era Castillo Maldonado de acomodada familia de Salamanca, hijo del doctor Castillo y de doña Aldonza Maldonado, su cuñado el doctor Bricio de Santisteban, un hermano canónigo y el licenciado Francisco Maldonado, que sería uno de los primeros oidores de la Audiencia de México, aunque fallecido poco después de llegar a su destino, él mismo de buena formación, manifiesta en la escritura, lengua y soltura de sus relatos misivos. Como tantos en el Nuevo Mundo, condenado al inacabable litigio, a las incesantes y premiosas probanzas, informaciones judiciales y ruegos de mercedes al rey de encomiendas de indios y de oficios públicos; fue regidor y alcalde de México en recurrente reclamación por los servicios prestados y afirmación de su arraigo novohispano, del que se hace eco una cédula favorable del Consejo de Indias, de febrero de 1540, “que pues él se avía casado para permanesçer en esa tierra…”, “nos a sido fecha rrelación que vos tenéis boluntad de permanesçer en la Nueba España” (Frago 2017).
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