Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 428 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier Bernal, y, ni que decir tiene, del Inca Garcilaso en el Perú o del mestizo chileno Juan Enríquez Inca y Loyola, marqués deAlcañices y de Oropesa, emparentado con dos virreyes (García Abásolo 1983: 19), aunque dicho soldado andaluz no hubiera perdido tan pronto la vida. Ciertamente, al principio la escasez de mujeres peninsulares favorecía el cruce racial, pues el cronista dice que en la huída de México escapó “una mujer que se decía María Estrada, que no teníamos otra mujer de Castilla”, y que en los combates que culminaron con la acción de Otumba, en Tustepeque murieron setenta y dos soldados y “cinco mujeres de Castilla” (CXXVIII). 1.4. En la carta peticionaria aparece Juan como regidor de Guadalajara, de Santiago de Guatemala lo fue Bernal y el padre de este de Medina del Campo; para el logro de la merced real se acude en ella a la progenie de “los primeros conquistadores y descubridores”, tres de ellos en la misiva, cuyos servicios a la corona debían repercutir en sus descendientes para que pudieran mantener su calidad , término recurrente en probanzas de méritos e innumerables papeles indianos, y Juan, al que se atribuye tal condición, estaba “con mucha necesidad”, reiterándose el argumento de la legitimidad parental y la pertenencia a la casta, formalmente visible en la pervivencia del apellido y aun del nombre personal en no pocos casos. Como en los mismos descendientes de Bernal Díaz del Castillo, tanto legítimos como ilegítimos, y en los de los conquistadores Pedro de Alvarado, Francisco de Villegas, Francisco de Terrazas, Bartolomé Hernández de Nava yAndrés de Tapia, entre otros, en los que un hijo natural lisa y llanamente supone mestizaje. Nota León-Portilla que en don Bernal “su destino fue batallar la mayor parte de su larga vida, primero con los indios y luego con los oficiales reales que le negaban o posponían lo que él creía merecer” ( HV , 9), sino que fue el de muchos en aquella sociedad exacerbadamente pleitista, que también envolvió a los hijos del cronista, y Diego incluso vio de cerca el acecho inquisitorial (Reynolds 1982). En el documento transcrito se pone de relieve el servicio a la corona del suegro de Juan, Alonso Ramírez de Vargas, “en las reveliones de los reynos del Pirú”, y por aquellos años ya hubo individuos de Nueva España asentados como agricultores en tierras peruanas, algunos con mercedes virreinales, lo que, junto a las relaciones marítimas entre puertos del Pacífico, explica el extenso arraigo del nahuatlismo camote en lo que fue el Virreinato de Lima, Argentina incluida, con sus variedades pictóricamente representado en la obra dieciochesca de Martínez Compañón, que también registra achote, capulí, copal y zapote (Frago 2010: 228-229).

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=