Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 40 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier tanto en el habla como en la escritura. A esto se debe que la mitad de nuestro medio de comunicación sea sencillamente música. A esto se debe también el deseo de los creadores por buscar intuitivamente que la música se hermane con el contenido, que la música recalque el contenido; por eso a los grandes escritores no les importa invertir horas, días, semanas, buscando, probando aquí, cambiando más allá, tanteando nuevamente, sondeando, ensayando palabras que suenen no solo como su oído musical las desea sino que –al mismo tiempo– su música destaque los enunciados de su texto. Kirkegaard escribió a Mozart (Steiner 2012: 118): “La feliz coincidencia que pertenece a todo clásico, aquello que lo convierte en clásico e inmortal es la absoluta armonía de las dos fuerzas: forma y contenido”. Insisto. Por lo tanto reitero. ¿Qué es lo que se busca? En primer término el que nuestras palabras consigan la exacta melodía que las completa, que la música apoye lo que estoy diciendo. La mayoría de los escritores aspira a esta coincidencia ingenuamente, desde un impulso exclusivamente personal, buscando un logro individual, original e inédito; sin saber que la ciencia de la literatura –y especialmente la Estilística– ha llegado a la conclusión de que una obra que amalgama en un todo su expresión estética está muy cerca de convertirse en una obra de arte. El gran poeta y crítico español AmadoAlonso, en su famosa obra Materia y forma en poesía incluye un importante texto denominado “Carta aAlfonso Reyes sobre la Estilística” (1977: 78-86), postura crítica nacida en 1925, bautizada por Charles Bally en sus libros Traité pratique de stylistique francaise y El lenguaje y la vida (1977). Amado Alonso intenta explicar a Alfonso Reyes finalmente, después de un gran esfuerzo infructuoso, pleno de reiteradas y numerosas subjetividades, la verdadera importancia de esta nueva corriente crítica que consiste en el estudio de la totalidad del sistema expresivo de una obra o de un autor. Para aquellos –tanto Amado Alonso como la mayoría de los críticos españoles y los maestros chilenos de literatura becados a Heidelberg– que han seguido la idea de Bally a través de los estudios de Leo Spitzer (1965), a su vez apoyado en las doctrinas de Karl Vossler, aceptan como lo más importante, valioso y objetivo de esta corriente (por encima de términos y conceptos no suficientemente definidos ni delimitados por Amado Alonso como “contenido psíquico”, “virtuosismo estilístico”, “alquimia poética”, “placer dinámico de la creación” en su afán de atraer a Alfonso Reyes y con él a la crítica mexicana y a sus metodologías de investigación), digo, lo más importante considerar sencillamente la obra como un sistema expresivo desde su estructura –y todos los factores valiosos que la apoyan–. Se trata entonces del estudio de la obra como: a) Una unidad en que la Materia se observa desde el Significado en dos de sus vertientes: la Significación y la Expresión. Términos que nos resultan más fáciles de comprender mediante la denominación saussuriana (de “denotación” y “connotación”, entendiendo por la primera lo que la obra
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