Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 326 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier piscis o pigna . De la misma naturaleza es el “Diccionario con declaración de los vocablos particulares de las Indias, y poco familiares en España”, que Fernández de Castro y Andrade incluyó en su Descripción de la provincia de los Quixos en lo natural (1608). O el más conocido de todos, la “Tabla para la inteligencia de algunos vocablos”, que fray Pedro Simón añadió al final del primer tomo de sus Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme, en Las Indias Occidentales (1627), advirtiendo que no todos estos vocablos “son comunes en su origen a todas las tierras de donde escriuo, por auerse tomado de diuersas partes dellas, y lleuado de unas a otras, en especial de la isla de Santo Domingo”, aunque estos términos “ya los han hecho tan Españolizados, que no nos podemos entender aca sin ellos”. A todos estos glosarios hay que añadir los que acompañan a las ediciones de textos literarios, como la “Declaración de algunas cosas de esta obra”, que aparece en la Araucana de Ercilla (1569) o, a imitación de esta, la “Tabla por donde se entienden algunos términos propios de los indios…” que Pedro de Oña añadió a su Arauco domado (1596), por citar los registros más antiguos. Asimismo, deben tenerse en cuenta los glosarios que acompañan a otras obras y ediciones, como el “Índice de algunos nombres y ríos de la América para la inteligencia de esta obra”, que aparece en el poema épico Alteraciones del Dariel en diez y ocho cantos (Páramo y Cepeda 1697), o el apéndice que seguramente el editor incluyó en la primera edición íntegra (y póstuma) del Periquillo Sarniento (Fernández de Lizardi 1830-31), con indicaciones precisas sobre algunas particularidades del léxico popular mexicano presente en la novela. v) El listado de voces de origen americano inserto en diccionarios panhispánicos. De manera aleatoria, los americanismos se fueron introduciendo en los repertorios generales, siempre en contraste con la variedad estándar que representaba el español europeo septentrional. Guadix (1593), por ejemplo, fue el primer lexicógrafo en añadir una marcación sistemática para señalar aquellos vocablos usados “En las Indias occidentales” ( alcabuco , cayman , canoa , caçabi , guaca , hamaca , nigua ) o por “los indios de Guatimala” ( canti ‘cantil’), términos a los que, como es general en su obra, atribuye un controvertido origen árabe. Pero también resultan interesantes los datos que ofrece el Diccionario de Autoridades (analizados por Bohórquez 1984; Salvador Rosa 1985; y Fernández Gordillo 2005-06), las voces americanas que compiló Terreros (1786-93), tomando sus datos de los informes y descripciones de los navegantes y exploradores Jorge Juan y Antonio de Ulloa, o los lemas, puramente referenciales o con marcación diatópica, con que Salvá incrementó la presencia ultramarina en su diccionario: “Si el andaluz, aragonés, extremeño, manchego, murciano, riojano, etc. ven figurar en el diccionario sus modismos […] es una notoria injusticia que el chileno, filipino, granadino, guatemalteco, habanero, mejicano, peruano, venezolano, etc. no encuentren en él sus provincialismos” (1846: xiv).
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