Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 267 – De lexicología histórica o preámbulos… • Soledad Chávez Fajardo Dentro de la tradición lexicográfica de americanismos, destacamos que Malaret (1931) lematizó la unidad léxica, para luego sacarla de su edición de 1946. Santamaría (1942), sin embargo, mantuvo amadrinar ; lo mismo Morínigo (1985 [1966]). Fuera de todo esto, destacamos que desde 1992 la edición académica usual haya agregado, con valor pronominal, sin marca diatópica, un “Acostumbrarse un animal a andar con otro u otros de su misma especie o, a veces, de otra, apegarse a ellos”, acepción que se relaciona directamente con ese aquerenciarse y, cómo no, al proceso de domesticación. A esto le sumamos que en el Tesoro léxico de las hablas andaluzas deAlvar (2000) se define amadrinar como: “Domar <una bestia cerril> unciéndola o atándola con otra, llamada madrina en Andalucía y Honduras”, para ello cita el Vocabulario andaluz de Antonio Alcalá (1933). En CORDE, el testimonio más remoto es de 1870, para la Argentina (Mansilla: Una excursión a los indios ranqueles ) y un segundo testimonio de José Hidalgo Terrón, Obra completa de equitación , Madrid, que nos sirve para confirmar que amadrinar , de escasa frecuencia en la Península, se mantuvo, con los cambios semánticos esperables: El potro en España generalmente se cría á su libertad, en el campo, donde no ve ni conoce otros objetos que el árbol, la mata o el pastor que lo guarda, hasta la edad de tres o cuatro años, que viene a ser encerrado en una caballeriza; el trayecto que recorre hasta llegar a ella lo pasa por regla general amadrinado a un caballo viejo, o cuando menos domado, o a otro animal que le sirve de guía. Tal como comentábamos, estamos ante una voz general con el “sayo” de diferencial. Habrá, para trabajar en su lexicología histórica, que detenerse a posteriori en su diatopía y frecuencia en la actualidad para poder constatar cuál es su realización en general. 5. ¿GALICISMOS? 5.1. Voces desusadas que devienen en galicismos Muchísimas veces, en la cruzada normativa contra el extranjerismo (presente mucho en las codificaciones, sobre todo el galicismo en el XIX), detectamos que algunas unidades léxicas catalogadas como tales no eran más que voces hispánicas en desuso. Pongamos el caso de acordar con el valor de “conceder, otorgar”. Cuervo, en su Diccionario , es el primero que explícitamente cataloga el verbo como voz francesa: “Los diccionarios autorizados no registran, y con sobrada razón, el significado puramente francés de Otorgar, conceder” (1953 [1886]) y cita, como autoridad que cae en el uso, al Duque de Rivas con dos de sus dramas. Toro y Gómez, desde Europa, en su Diccionario (1901), a manera de prescripción, norma: “No debe usarse acordar por conceder , otorgar ” y Román

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=