Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 257 – De lexicología histórica o preámbulos… • Soledad Chávez Fajardo peninsular, de la norma castellana 5 ; en cambio, Mario Ferreccio (1978) simplificó el problema al entender el arcaísmo, como tal, en el espacio de una lengua estándar; es decir, por toda unidad léxica que se usó, o se podría haber usado y no se usa en esa lengua estándar es arcaísmo por descarte 6 . No queremos entrar aquí en las críticas (y necesarias) reflexiones en torno al concepto de un estándar en una lengua que es oficial en una veintena de países; pero, si se piensa, una vez más, el estrecho molde que implica una sola ejemplaridad lo que genera, las más veces, son problemas como este tipo de imprecisiones. En efecto, un número considerable de voces usuales en amplias zonas de Hispanoamérica y/o en algunas zonas de España existieron en otras etapas (época anteclásica, época áurea, antaño en provincias, en un estándar tardomedieval, entre tanto caso) y su uso fue restringiéndose. En este caso, Sala (1982: 287) propone tratarlas como variantes diacrónicas del español peninsular . Sin embargo, esta distinción es deficiente, puesto que no incluye a las zonas españolas en donde muchas de estas voces pueden pervivir, por lo que sería bueno revisitar esa nominación y dejarla como variantes diacrónicas del español estandarizado (o algo así). Como sea, ya lo decía Marius Sala y su equipo (1982) y lo seguimos pensando nosotros: “Hasta el presente, los problemas que plantea el estudio de procedencia peninsular regional no han sido suficientemente tratados” (286), aunque esto no quita que siempre haya estado presente en alguno de los estudios emblemáticos relacionados con el español de América (cfr. Cuervo con sus Apuntaciones o Corominas con su “Indianorrománica”, entre otros). Como sea, creemos, el origen de algunas imprecisiones lexicológicas empezó, sobre todo, con el trabajo lexicográfico (y afín) a partir del XIX. En estas codificaciones las voces fueron tratadas, las más veces, como provincialismos americanos, porque en los repertorios lexicográficos oficiales (pensamos sobre todo en los académicos) estas voces, muchísimas veces, no aparecían. No es hasta la década del setenta –pienso en la segunda fase del diccionario histórico académico el que, a mi juicio, marca un antes y un después con el trabajo detallado y crítico respecto a este tipo de aspectos–, en que estas imprecisiones empiezan a ser enmendadas, algo que termina por concretarse con los tesoros lexicográficos regionales publicados en España en los últimos años (pienso, sobre todo, en el trabajo deAlvar Ezquerra para el español deAndalucía y de Corrales y Corbella 5 “¿Que una forma cualquiera se ha dejado de usar en la norma española (o madrileña, sería mejor decir)? –Pues tal forma se convierte automáticamente en arcaísmo, por más que se siga empleando en el resto de las normas hispánicas, incluyendo algunas peninsulares (andaluza, leonesa, extremeña o aragonesa)” (1972: 43). 6 “Esta determinación relativa de los arcaísmos, donde la referencia la da un hablar respecto de otro, se despliega en un plano puramente horizontal, de variedades lingüísticas paralelas […] pero lo usual es que tal determinación se produzca en el plano vertical de la jerarquía lingüística, donde la referencia la da la lengua ejemplar respecto de las hablas coloquiales: es arcaísmo el hecho tradicional que, en uso en alguna variedad coloquial, no está alojado en el modelo superior de lengua” (1978: 71-72).
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