Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 256 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier en su momento, al más crítico vulgarismo 3 . En efecto, fue persistente la idea de caracterizar el español hablado enAmérica por su fuerte arcaísmo en gran parte del siglo XX. Por ejemplo, en los años sesenta, Zamora Vicente comentaba: “El fondo patrimonial idiomático [de Hispanoamérica] aparece vivamente coloreado por el arcaísmo y por la tendencia a la acentuación de los rasgos populares” (1967: 378). Justamente, la idea de un español de América arcaico y fuera del estándar tenía plena vigencia por un planteamiento del todo errado durante la primera mitad del siglo pasado: que la base del español hablado en América es un español anteclásico, tardo-medieval, algo que Amado Alonso se encargó de esclarecer de una manera bastante irónica: “Como si la tripulación descubridora hubiera puesto en la Isabela o en la Española un huevo lingüístico, hubiera escondido un día en la tierra una invasora semilla lingüística que desde allí se hubiera ido extendiendo y multiplicando hasta cubrir las islas y los dos continentes” (Alonso 1953: 10-11). A su vez, esto se complementaba con un modus operandi también desactualizado: se solía hacer lexicología en Hispanoamérica con palabras hispanoamericanas propias de espacios rurales y de niveles sociolingüísticos subestándar, solamente 4 . Desde los setenta empezó con vehemencia el reclamo por no encontrar acertado el concepto de arcaísmo léxico para usarlo en la tradición hispanística (cfr. Lope Blanch 1972, Ferreccio 1978). En efecto, esta denominación, por más mecánica que fuera; por el peso de la tradición que, las más veces, nos anestesia respecto a lo idóneo de un término, se la termina usando indistintamente al arcaísmo a secas, algo que no se corresponde al vivo uso de la voz en cuestión en algunas zonas peninsulares e hispanoamericanas (Justamente: ¿Por qué esta voz es arcaísmo si la usamos a diario en la actualidad?). De allí, por lo tanto, no puede ni debe caber la nominación arcaísmo , sobre todo por su inviabilidad. Lope Blanch (1972) comentaba que el gran error en todo este tipo de imprecisiones era pretender juzgar todos los hechos de la lengua española a través del prisma único y exclusivo de la norma 3 Al respecto, Martínez Vigil, en su ensayo de 1939, argumentaba: “estas voces, consideradas tanto tiempo erróneamente como vulgarismos y vocablos formados en el ambiente campesino, son sencillamente arcaísmos conservados de las prístinas sedimentaciones del español de la conquista, voces engastadas en el habla hispano del siglo XVI y aún en la segunda mitad, porque el Renacimiento literario y lingüístico español, aunque iniciado después de 1650, no alcanza a destruir de golpe y zumbido las formas estables y arraigadas del idioma preclásico” (Martínez Vigil 1939: 45). 4 Apropósito, Lope Blanch comentaba: “Pero lo que no debe hacerse –aunque sea lo que habitualmente se hace– es comparar normas socioculturales distintas de regiones diferentes, por cuanto que los términos de comparación no son homogéneos, no son comparables. Se confronta la norma culta castellana con la norma rústica de América (o de cierta región americana), y el resultado, naturalmente, no puede ser otro: el “español deAmérica” es vulgar, arcaizante, popularista” (1972: 49). De allí, no debiera sorprendernos, que el mexicano iniciara un megaproyecto para estudiar, justamente, la norma culta del español hablado en América.

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