Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 250 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier la institución solo atendiera público de modo intermitente durante el segundo semestre de 2010, obligó a realizar muestreos complementarios para obtener el corpus faltante, a partir de a) los libros efectivamente disponibles tras el terremoto en la Biblioteca Nacional y b) los libros disponibles en la red de bibliotecas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En el caso de la base de datos de Ensayo, la menos avanzada al momento del terremoto, la drástica merma en el universo relativo obligó a trabajar con un cuerpo de libros significativamente menor que el presupuestado originalmente, lo que exigió repetir los muestreos para poder obtener las cien mil palabras requeridas. Como ya señalamos, la Biblioteca Nacional de Chile dispone de un salón destinado de manera exclusiva a los investigadores acreditados (donde se les brinda atención preferente) y de otros para el público general, segmentados según el tipo de material que se desee consultar. El salón de investigadores cuenta con mayores comodidades que los destinados al público general, pero se encuentra apartado, a cierta distancia física de los depósitos de diarios y libros chilenos; como quienes acuden a trabajar allí suelen permanecer largas horas o días revisando los mismos documentos, el hecho de que los libros solicitados tarden veinte o treinta minutos en llegar no significa un problema, puesto que suelen pedirse solo una o dos veces al día. Pero en nuestro caso, en que requeríamos revisar decenas de libros y diarios en algunas horas, trabajar allí no colaboraba a nuestros propósitos. Por sugerencia del propio personal de la Biblioteca, optamos por trasladarnos a los salones destinados al público general, donde no hay pupitres individuales, sino largas mesas comunes, y donde salir de la sala, aun brevemente, implica desmantelar completamente la estación de trabajo, puesto que el lugar no está pensado para largas permanencias (lo que la hace muy distinta de, por ejemplo, la Biblioteca Nacional de España); estas dificultades se veían compensadas, no obstante, por la mayor cercanía a los depósitos, lo que permitía reducir considerablemente el tiempo de espera entre una y otra fuente. Los encargados, además, nos daban atención preferente y, en ocasiones, si les proporcionábamos previamente un listado de las consultas del día, intentaban, dentro de sus posibilidades, reunir una parte de ellas previamente, para reducir los viajes de traslado y el consiguiente tiempo de espera entre las fuentes. Pese a las dificultades y demoras mencionadas, que podrían haberse evitado estableciendo de antemano como universo relativo las fuentes disponibles en la red de bibliotecas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, centro al que estamos adscritos en Chile ‒que brinda a sus académicos la comodidad de acceder a las fuentes sin intermediarios y en número ilimitado si la consulta se realiza en sus dependencias‒, estimamos que el esfuerzo valió ampliamente la pena, puesto que el trabajar sobre libros seleccionados por una institución implica un sesgo ético o estético que necesariamente conlleva la intervención de un factor no azaroso en los muestreos, lo que, a nuestro juicio, habría afectado la representatividad de la muestra.

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