Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 201 – La lengua materna en la gestación de la conciencia • Bruno Rosario Candelier débil el numen ¡oh madre mía! no halló un acento digno de ti. ¿Cómo tu afecto cantar al mundo, grande, infinito, cual en sí es? ¿Cómo pintarte mi amor profundo? Empeño inútil, sueño infecundo que en desaliento murió después. De entonces, madre, buscando en prenda, con las miradas al porvenir, voy en mi vida, voy en mi senda, de mis amores íntima ofrenda que a tu cariño pueda rendir. Yo mis cantares lancé a los vientos, yo di a las brisas mi inspiración; tu amor grandeza dio a mis acentos: que fueron tuyos mis pensamientos en esos himnos del corazón (Ureña 1960, pp. 102-103). Ante una mirada amorosa hacia lo viviente con la inspiración de una verdad profunda, la verdad poética que intuye el corazón, le tributó un reconocimiento universal al autor de El Principito , el escritor francés Antoine de Saint-Exupery, por su intuición de que lo esencial es invisible a los ojos . Y así es, porque lo que permanece y trasciende, otorga el sentido a todo y mueve la sensibilidad y la conciencia desde nuestra infancia, cuando sentimos y actuamos con espíritu abierto, limpio y espontáneo con una vida en armonía con la naturaleza bajo el aliento sutil que nos sostiene. Dice El Principito : El principito se fue a ver nuevamente a las rosas: –No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún –les dijo–. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo. Y las rosas se sintieron bien molestas. –Sois bellas, pero estáis vacías –les dijo todavía–. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa. Y se volvió hacia el zorro: –Adiós –dijo. –Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

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