Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 117 – La sabiduría paremiológica de una campesina del Toboso • Ignacio Arellano Busca pan de tras trigo; buscáis pan de tras trigo; buscar pan de tras trigo. Por buscar ocasión de enojo con demasías imposibles; el trigo es el mejor grano y pan más subido, y es imposible hallarlo mejor; tras trigo es lo del otro: Dar un pan como unas nueces (Correas, refrán 4054). Ir por lana y volver trasquilado. Cuando fue a ofender y volvió ofendido; y acomódase a cosas semejantes, cuando salen al revés de lo intentado (Correas, refrán 11727). Y al regreso de don Quijote con intenciones de hacerse pastor, le responde ella de nuevo con un refrán: “Pues en verdad que está ya duro el alcacel para zampoñas”, que glosa Correas: “Ya está duro el alcacel para zampoñas. De lo que pasó de sazón.” (Correas, refrán 23967). Dos mujeres más, que no viven en el ámbito de la aldea, sino en la corte de los duques, usan en ocasiones algún refrán: Altisidora, que en sus fingidas quejas amorosas menciona el refrán “Más vale vergüenza en cara que mancilla en corazón”, que en Correas se explica: Que por cortedad de hablar no se deje de intentar y pedir o tratar lo que se desea, no quede esa ansia en el corazón; que es mejor saber el sí o el no y no perder por no pasar una poca vergüenza, y en casos de prestar, valdría mucho pasar esa vergüenza negando cortésmente. Dícelo el otro Más vale rostro bermejo que corazón negro (Correas, refrán 13989). Y curiosamente la Duquesa, en la carta que escribe a Teresa Panza, al enviarle una sarta de corales: “yo me holgara que fuera de perlas orientales, pero quien te da el hueso no te querría ver muerta...”. En este caso, la Duquesa sin duda lo usa por mimetismo del receptor de la carta, estrategia que tiene éxito evidente a juzgar por el comentario de Teresa: “¡Ay –dijo Teresa en oyendo la carta–, y qué buena y qué llana y qué humilde señora!” (II, 50). Este último caso involucra los dos polos del proceso comunicativo del refrán, es decir, el emisor (que en principio no debía ser proclive al uso del refrán popular) y el receptor (Teresa Panza, cuyo horizonte de expectativas tiene en cuenta la Duquesa al redactar su carta). El receptor del Siglo de Oro, ya lo he señalado, tendría una capacidad de comprender los refranes mucho mayor que el actual que ha perdido en gran parte o en su totalidad esa cultura oral. La capacidad del receptor de la época permite que las menciones de refranes o cuentecillos sean a veces incompletas o se limiten a alusiones que el lector y oyente completaría con facilidad. He citado hace un momento a Sanchica: “qué se me da a mí que diga el que quisiere cuando me vea entonada y fantasiosa: Viose el perro en bragas de cerro... y lo demás?”. ¿Qué es lo demás? No necesita explicitarlo, pues sabe que cualquiera entenderá lo que dice echando mano de su conocimiento de la tradición paremiológica: es decir, entenderá perfectamente que “Vídose el perro en bragas de cerro y no conoció a su compañero” (Correas, refrán 23592), formulación a la que se añadirían ecos cómicos de otras variantes

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