Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 113 – La sabiduría paremiológica de una campesina del Toboso • Ignacio Arellano Habría que tener en cuenta, por tanto, los refranes pero también otras fórmulas proverbiales, y en especial los cuentecillos tradicionales que ha estudiado sobre todo el hispanista Maxime Chevalier 6 y que son parte indisoluble de esa cultura popular de las campesinas del Toboso (y de todo el mundo en esta época) y que por razones de espacio no podré observar en detalle. El segundo aspecto que quiero apuntar es que estos materiales basculan entre dos polos, el del emisor y el del receptor. Los emisores en el caso que nos ocupa son los personajes y la voz narradora del Quijote , mientras que los receptores son los lectores u oyentes del relato. Estos lectores, entre otros, son los del siglo XXI, y se debe tener presente que la pérdida de muchas claves de la cultura popular pueden impedir captar el significado o los matices de un pasaje que quedaría claro a los lectores del Siglo de Oro. Si se cuenta con la complicidad del lector se puede en muchos casos de los textos áureos ofrecer una referencia incompleta, sabiendo que el receptor es capaz de cerrar el circuito. Los emisores son variados, pero sustancialmente hay dos categorías: los cultos, como don Quijote, que comparten también aspectos de la cultura popular, y los iletrados, como Sancho y su familia o Aldonza Lorenzo, que coinciden en lo esencial de su manejo paremiológico. Para don Quijote no vale cualquier uso: hay diferentes categorías de aplicaciones y de refranes. Mientras el caballero tiende a usarlos como recurso pedagógico y expresión de valoraciones morales, Sancho Panza y las campesinas manchegas (como su mujer Teresa o su hija Sanchica), aunque conocen también la aplicación didáctica, a menudo los usarán con implicaciones cómicas y como ornamento de su discurso popular. De ahí las discusiones y reprensiones de don Quijote por el uso excesivo de refranes que hace Sancho. Baste recordar el pasaje de II, 34: –Haya lo que hubiere –replicó Sancho–, que al buen pagador no le duelen prendas, y más vale al que Dios ayuda que al que mucho madruga, y tripas llevan pies, que no pies a tripas; quiero decir que si Dios me ayuda, y yo hago lo que debo con buena intención, sin duda que gobernaré mejor que un gerifalte. ¡No, sino pónganme el dedo en la boca, y verán si aprieto o no! –¡Maldito seas de Dios y de todos sus santos, Sancho maldito –dijo don Quijote–, y cuándo será el día, como otras muchas veces he dicho, donde yo te vea hablar sin refranes una razón corriente y concertada! Vuestras grandezas dejen a este tonto, señores míos, que les molerá las almas, no solo puestas entre dos, sino entre dos mil refranes, traídos tan a sazón y tan a tiempo cuanto le dé Dios a él la salud, o a mí si los querría escuchar. –Los refranes de Sancho Panza –dijo la duquesa–, puesto que son más que los del Comendador Griego, no por eso son en menos de estimar, por la 6 Entre otras muchas aportaciones remito a Chevalier, 1974, 1975, 1978, 1993, 2008.
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