Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I
– 111 – La sabiduría paremiológica de una campesina del Toboso • Ignacio Arellano Juan de Mal Lara, por citar un solo texto, en su Filosofía vulgar , escribe [1568]: el refrán corre por todo el mundo de boca en boca... dejando impresa la señal de su doctrina. Los refranes aprovechan para el ornato de nuestra lengua y escritura. Son como piedras preciosas salteadas por las ropas de gran precio, que arrebatan los ojos con sus lumbres y la disposición da a los oyentes gran contento, y como son de notar quédanse en la memoria (cit. por Colombí 1989: 47). Don Quijote, más allá de sus reproches a Sancho por el uso impertinente, reitera su aprecio por el refrán en varias ocasiones: “Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas” (I, 21). Actitud que comparte casi con las mismas palabras el capitán Ruy Pérez de Viedma (I, 39): “Hay un refrán en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia...”. Pero antes de abordar el material paremiológico en el Quijote y en Dulcinea, debo señalar algunas circunstancias en torno a los mecanismos de la paremia y sus emisores y receptores. La primera es que no cabe hablar, estrictamente, de la sabiduría paremiológica de Dulcinea o la de una campesina del Toboso. En cuanto a Dulcinea no puede tener ninguna sabiduría, ni paremiológica ni de ninguna clase, porque no existe. Como recuerda la Duquesa, de la historia que por ahí corre sobre don Quijote: se colige que nunca vuesa merced ha visto a la señora Dulcinea, y que esta tal señora no es en el mundo, sino que es dama fantástica, que vuesa merced la engendró y parió en su entendimiento y la pintó con todas aquellas gracias y perfecciones que quiso (II, 32). Quien sí existe, al parecer, es Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo, y Aldonza Nogales, moza labradora que inspira a don Quijote para construir sobre ella su idealizada dama: Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto (I, 1). La Dulcinea fingida, además, no puede ser sujeto emisor de muchas paremias, no solo porque no existe, sino porque en su calidad de dama idealizada debería tener un registro paremiológico mucho más reducido que el que puede tener
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